MEJICANIZACIÓN.
De antemano pedimos perdón a nuestros hermanos mejicanos,
con quienes compartimos los grandes
sueños libertarios de una Latinoamérica unida, por tener que mencionar que en la actualidad, lamentablemente, nuestros dos países comparten también dolorosas situaciones en torno al flagelo de la narco política, que
afectan seriamente a la convivencia ciudadana y socavan las bases fundamentales
de nuestras instituciones democráticas. En este momento hay una grave situación
que sacude a Méjico. Unos estudiantes de magisterio que se manifestaron en contra del Alcalde de la ciudad de Iguala,
estado de Guerrero en Méjico, fueron duramente reprimidos con el resultado de
tres estudiantes muertos y otros 43 secuestrados y desaparecidos desde el mes
de setiembre pasado. Estos jóvenes
fueron detenidos por la policía y no aparecen por ningún lado y se tiene la
sospecha de que los mismos fueron entregados a sicarios de un cartel denominado “Guerreros
Unidos”, vinculado al Alcalde de la Ciudad, y que estos los aniquilaron. Se
encontró una fosa con numerosos cuerpos desmembrados y carbonizados y solo
falta confirmar que se trata de los jóvenes estudiantes desaparecidos. En ese
sentido, el sacerdote mejicano Alejandro Solalinde, denunció que los jóvenes desaparecidos
fueron quemados vivos. Por ahora están
detenidos 36 policías y 17 presuntos miembros del Cartel de los mafiosos. El Alcalde está prófugo, el
gobernador del Estado de Guerrero se vio obligado a renunciar. Hay
manifestaciones en varias ciudades de Méjico, e incluso en el exterior. El
gobierno de Peña Nieto, está en aprieto. Por otra parte, “nuestro Ypehu, (Pato Negro) que es un
distrito de Canindeyú, no tiene nada que
envidiar a Iguala de Méjico. El brutal asesinato del corresponsal del diario
ABC color en Curuguaty, Pablo Medina, ha sido motivo para hacer un repaso de
sus numerosas publicaciones en las que advertía del grave deterioro que sufre
ese departamento en manos de diferentes bandas del crimen organizado” (Roberto
Sosa, en su columna titulada Yguala y Paraguay, publicada en ABC Color, el
domingo 26 de octubre pasado). Veamos las semejanzas. Wilmar Acosta Marques,
también es intendente, el cargo equivalente a Alcalde, es autoridad y maneja la
policía, pero también maneja un grupo mafioso y hasta estuvo preso y procesado
junto a su padre por haberse encontrado cadáveres en la estancia de la familia.
Tiene apoyo de la gobernación y supuestamente hasta de un Ministro de la Corte
Suprema de Justicia. Se le liberó dos días antes de las internas de su partido
y fue electo candidato a Intendente, después confirmado en la elección nacional
correspondiente. El también está renunciante y prófugo. Faltaría que renuncie
el gobernador y la diputada de la zona. ¿Cuántas personas habrán desaparecido
bajo su reinado de terror? No se sabe. Lo dramático de la comparación está en la
semejanza de la utilización de las fuerzas policiales. En Iguala, la policía
detiene a los estudiantes y les entrega a los sicarios; en Ypehu, no sabemos si
la policía ayudó a los sicarios en sus crímenes, pero sí que se les protegió
hasta el último momento al jefe y a los miembros del Clan Acosta. Y hay más, en
Pedro Juan Caballero, otra ciudad fronteriza, en los últimos tiempos, cuatro
rateros menores, fueron encontrados muertos con las manos amputadas, víctimas
de criminales que se autodenominan: “los justicieros”. Solo faltaría determinar
que estos también fueron detenidos por la policía y entregados a los sicarios,
para que concluyan la obra de “limpieza”. Son dramáticas estas comparaciones.
Pero lo más dramático es que estamos tan indefensos, antes estas agresiones
brutales que socaban la vigencia de los principios fundamentales de la
convivencia humana.
No podemos
permitir que por nuestros miedos y nuestros silencios, nos convirtamos en
cómplices de esta desgraciada situación
Comentarios
Publicar un comentario