Recuerdo
siempre con añoranza un hermoso libro de la historia de los pueblos indígenas
norteamericanos desde la visión de los pueblos indígenas. En ese libro desde
una mirada diferente se describía sus luchas, sus poblados, sus culturas, sus
victorias y sus grandes héroes, en esa resistencia tenaz por sobrevivir con
dignidad en la terrible guerra de ocupación de todo el oeste norteamericano.
Naturalmente era una visión muy distinta a la que se nos había vendido desde
las películas del famoso 7° Regimiento de Caballería. Era un buen libro y
alguien lo había prestado. Esta remembranza viene al caso en la víspera de la
celebración, ¿Celebración? Del Día de la Raza , o sea el aniversario del descubrimiento o
encubrimiento de América. En este tema también tenemos la historia oficial, la
escrita por los conquistadores, pero carecemos de la visión diferente. ¿Porqué
no se ha dedicado mayor esfuerzo por hacernos conocer la contra historia, o la
historia desde la visión de los guaraníes? Sí, es cierto. En general se trataba
de pueblos libres y pacíficos, hasta que fueron esclavizados a través del
oprobioso sistema de encomiendas.
¿Por qué
nuestros historiadores nunca nos han hablado de las rebeliones de los
guaraníes? Se produjeron más de 33 revueltas contra la dominación española y
más tarde, en los tiempos jesuíticos, también contra la dominación portuguesa.
¿Por qué no se rescatan los nombres y las causas de esos líderes rebeldes?
La sumisión
ha sido muy dura y la incomprensión también. Muchos recordarán todavía que a
fines del siglo pasado, una comunidad indígena de la parcialidad Pai Tavytera,
sorprendió a todos con un inusual pedido: Reclamó un pedazo de tierra, un
cerro, por el sorprendente motivo de ser sagrado. Aquel pedido causó un poco de
desconcierto, generando una actitud compasiva, entre incrédula y burlona. El
hecho de alguna manera puso el dedo en la llaga y dejó al descubierto la
desinformación y la incapacidad para el tratamiento adecuado de la cuestión
indígena. A ese respecto, el periodista Angel Calero, que publicó su escrito sobre en el tema, en el ya
desaparecido Diario Hoy, manifestó: “Para ellos la existencia de un lugar
sagrado, es esencialmente, un problema cultural que desborda la competencia de
las leyes comunes. Tampoco vale aplicar criterios utilitarios o simplemente
económicos y puede ser que para muchos no tenga sentido que se hable de lo sagrado. No se tiene
conciencia de que parcialidades de otras culturas tienen derecho a ser
diferentes y seguir siéndolo si a así lo desean. Mucha gente considera que la
única solución es que dejen de ser indígena y sin embargo la antropología
moderna no se cansa de advertir que se puede perpetrar genocidio sin matar,
incluso sin presionar físicamente a un solo indígena. Basta con hacer lo
necesario para socavar los elementos fundamentales de su cultura”
¿Qué
derecho asiste a una comunidad a profanar las creencias de otras? Es la
pregunta que queda flotando. Es el dedo en la llaga. Todo lo que se nos ocurrió
para salvarles a las comunidades indígenas es exigirles que dejen de ser
indígenas y con esta mentalidad que ya tiene una historia de más de 500 años,
lo único que hemos hecho es arrebatarles
sus bosques y sus tierras condenándolas a vivir como parias a la vera de
los caminos o en los suburbios de la pobreza, incurriendo así en un bárbaro
genocidio.
¿Qué
exactamente es lo que vamos a celebrar el 12 de octubre próximo? Es una buena
pregunta que nos interpela y nos sugiere que para intentar entender nuestra verdadera historia, es posible que
necesitemos también una actitud y una mirada desde la contra historia.
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