INTENTANDO REPENSAR
LA CULTURA.
Ya sabemos
que la cultura implica complejidades. Pero tenemos demasiadas preguntas sin
respuestas. ¿Cómo se ha venido dando nuestro proceso cultural? La pérdida del
sentido del respeto a los demás, ¿desde cuando se viene dando o nunca se ha
instalado este valor entre nosotros? El bajo nivel de la clase política ¿esto
es nuevo o siempre formó parte de nuestra realidad? Pareciera que antes había
más honradez, honorabilidad y respeto a la palabra empeñada ¿esto fue así o
simplemente fue una impresión de alguna
gente anclada en el pasado? ¿Qué está pasando con los valores culturales? “Un
hombre de nuestra época ya nace en un país con determinados valores culturales
en vigencia. Los asimila. Sólo algunos los reflexionan y los cambian. El hombre
hoy sabe una infinidad de cosas. Todos los medios de comunicación alimentan y
manejan su deseo de saber. El hombre sabe tantas cosas que se olvida de saber
lo mucho que le falta saber. Por eso la vida de nuestro mundo actual está llena
de fatales consecuencias. Está falseada por una mezcla heterogénea. Se ve y se
afirma todo, sin el mínimo espíritu crítico; más con halago o con miedo que con
amor a la verdad” (Filosofía y Cultura, Laureano Pelayo García, Imprenta
Comuneros, Asunción). De qué cultura estamos hablando: “Tradicionalmente en
América Latina los alcances del término se han circunscripto a las Bellas Artes
y al patrimonio histórico, acepciones demasiado acotadas que exigen una noción
más amplia de la cultura como sistema simbólico estrechamente articulado con el
tecnológico y vinculado con las formas de organización social. Esta idea más
amplia permite incluir entre los derechos culturales, la identidad y la
memoria, las creencias, los conceptos y las ideologías, los lenguajes, las costumbres
y tradiciones, etc.” (Ticio Escobar, Conferencia Cultura y Desarrollo, Unión
Europea, mayo 2010). Por su parte la actual Ministra de Cultura Mabel
Causarano, señala que en la relación entre cultura y desarrollo existe un
enfoque economicista del desarrollo medido en términos de progreso material que
se volvió hegemónico, y que ve en algunos casos a la cultura como obstáculo
para implantar en los países subdesarrollados políticas y acciones tendientes a
acelerar el ritmo de progreso y en consecuencia propone homogeneizar las
diferencias culturales, erradicar las
cosmovisiones ancestrales, desintegrar las instituciones y quebrar las relaciones
socioculturales. Afirma que – por el contrario - se debe apuntar a un desarrollo que se “ base
en las especificidades culturales e incluya la diferencia, a un desarrollo
participativo, que contribuya a mejorar la calidad de vida, cumplir los sueños
y aspiraciones individuales y colectivos y ampliar las oportunidades de
creación y expresión plena de las capacidades humanas, a un desarrollo que
utilice el potencial de la memoria y lo ponga al servicio de la creación y la
producción de conocimiento, a un desarrollo que garantice la protección de los
derechos culturales, que genere prosperidad económica y social. Sin embargo –
afirma en otra parte – no será posible desplazar la perspectiva cuantitativa
por la cualitativa, sino habría que buscar el reconocimiento recíproco y la
complementariedad” (Resumen de Ponencia, sobre Cultura y Desarrollo Sostenible,
Sede Naciones Unidas, Nueva York, mayo del 2014, publicado por ABC Cultural,
domingo 25 de mayo pasado)
¿Será que
nunca hemos salido del pokaré, del ñembotavy, del chehaité, del ivyro la
ndoaprovechaiva la iñoportunidad? ¿Hasta dónde hemos destruído el valor de la ética,
la moral y la honradez en nuestras relaciones con los demás? Que los sociólogos
y pensadores nos ayuden a desentrañar porqué estamos en condiciones tan
deplorables y cuáles son las posibles salidas de esta situación. Es hora de
pensar y repensar con responsabilidad y prioridad en nuestros valores morales y
culturales, porque la situación en la que estamos viviendo se está
volviendo sencillamente insostenible.
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