DECÁLOGO
DEL PATOTERO.
En realidad
es el decálogo de los padres de patoteros.
La crónica señala – según el material de archivo – que un padre de
familia envió al Diario ABC Color el decálogo de la policía de una ciudad
norteamericana, en el que se resume todo LO QUE UN PADRE NO DEBE HACER, para
evitar que su hijo se convierta en patotero. Estos son los citados
mandamientos:
- Desde la infancia, dale a tu
hijo todo lo que desee. Así crecerá con la idea de que el mundo le
pertenece.
- Si dice groserías, ríete; se
creerá muy pícaro.
- Jamás le digas eso está mal,
pues podría producirle complejo de culpabilidad. Y cuando, más adelante,
le detengan por haber robado, estate persuadido de que la sociedad le
persigue.
- Arregle todo lo que él deje en
desorden. De este modo, tendrá la seguridad de que los responsables son
los demás.
- Deja que él lea de todo.
Esteriliza su vajilla, pero deja que su espíritu se alimente de
obscenidades.
- Discuta con tu esposa delante
de él. Así cuando vuestro matrimonio se quiebre, ya no se escandalizará.
- Dale todo el dinero que
reclame. Que no tenga que ganarlo. Estaría bueno que tuviera las mismas
dificultades que sus padres.
- Que todos sus deseos se
satisfagan: comidas, bebidas, comodidades. De lo contrario podría sentirse
frustrado.
- Poneos los padres siempre a su
lado: contra los vecinos, contra los profesores, contra la policía, contra
todos.
- Y cuando ya sea un perfecto
granuja, PATOTERO, apresuraos a decir que vosotros no habéis tenido la
culpa.
Cada uno
podríamos modificar algunos puntos del decálogo. Los tiempos van cambiando y
las circunstancias también. Pero no cabe duda de que el DECÁLOGO es o puede ser una ironía
cruel que nos salpica a todos de alguna manera y en cierta medida.
Pero quizás
todavía podríamos sentirnos reconfortados por la bondad de nuestros jóvenes,
porque de lo contrario, no se explicaría que con tanta corrupción, el
patoterismo siga afectando a un porcentaje mínimo de la población juvenil. Y
eso a pesar de la pobreza, de la falta de trabajo y de una incompleta y deficiente
educación.
Finalmente
podríamos convenir a modo de conclusión, de que la verdadera traición hacia
nuestra juventud, ha sido – lo sigue siendo - el ofrecimiento de un testimonio
tan pobre, de una manera tan generalizada y por tanto tiempo.
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