MATAR AL
MUERTO.
El crimen
es grave pero lo que lo hace más grave al crimen es la impunidad. En la ciudad
de Concepción el 19 de junio pasado fue asesinado un abogado y periodista
radial, baleado por sicarios. Típica muerte por encargo. Pasaron los días y a
pesar de la fuerte condena del asesinato de la Comisión Interamericano
de los Derechos Humanos y el llamado al gobierno para que se actúe con todas
las urgencias del caso, para identificar las causales del crimen y sancionar a
los responsables materiales e intelectuales, todo avanza muy lento. La
investigación no avanza, tampoco las diligencias del proceso investigativo. No
se investiga a las personas denunciadas últimamente por el periodista radial.
En el equipo Fiscal responsable de adelantar el operativo, casualmente figuran
algunos de los denunciados en el programa radial de la víctima. No hay testigos que se atrevan a
aportar datos que ayuden a la investigación, no hay reacción de la ciudadanía,
no hay reclamos, no hay protesta, es como si la ciudad de pronto entrara en
pánico. Un vehemente llamado a reclamar contra la impunidad formuló en su
posteo reciente el comunicador concepcionero Francisco Huerta. Pero el silencio
continúa su miserable proceso de silencio e impunidad. No solo se le asesinó al
locutor Edgar Fernández, sino se le amordazó al resto de la gente. El objetivo
del acto criminal está cumplido. El mensaje ha llegado a destino. A Francisco
Huerta, lo que más les llama la atención son los términos y los pretextos que
usan los colegas de la víctima en sus programas radiales. Expresiones como:”el
luego se buscaba”, “la radio no es para decir lo que uno quiere”, “hay que
saber ser prudente” o “mientras no te metas con ellos nada te va a pasar” Con
estas expresiones se minimiza el crimen y se proyecta la idea de que por falta
de prudencia el colega fallecido provocó su propio desenlace. De ahí al
silencio total queda muy poco trecho. Es una manera de inculpar al fallecido,
de matar su honra y su causa, de volver a matar al muerto. Con esto se mata
también la conciencia ciudadana. Se mata la indignación y la rebelión de un
reclamo justo. Se debilita la defensa de la libertad de expresión y el derecho
a la comunicación. El derecho a vivir en una sociedad justa y civilizada.
Concepción y todos los ciudadanos de esa ciudad, no pueden claudicar frente a
los fantasmas del miedo y la impunidad; los deben combatir con coraje y
valentía, porque este país no puede renunciar nunca a la decencia, al derecho y
a la libertad.
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