IRONÍA DE
UNA CELEBRACIÓN.
El 19 de
junio se celebró el Día del Árbol. La intención fue muy buena. Que los niños en
las escuelas aprendan a valorar la importancia del árbol para la vida humana.
Que aprendan que el árbol da sombra, ayuda a depurar el aire, genera el
equilibrio del clima y del régimen de lluvia. También en la fecha se destacó
las diversas iniciativas de reforestación con la distribución de plantines de
diversas especies invitándose a la gente y a toda la comunidad a dedicarse a la
reforestación. Aparentemente la celebración estuvo justificada, pero en la
práctica y en la cotidianeidad contrasta
la terrible e impiadosa deforestación del país. En ese sentido fue una dolorosa
ironía. Mientras se habla de reforestación y se distribuye plantines que serán
árboles en 30, 40 o 50 años, nadie reclama con toda la fuerza de la protesta
ciudadana que se destrocen y se quemen bosques en miles de hectáreas,
trasgrediendo todas las normas ambientales, arrasando con comunidades
indígenas, expulsando a campesinos de sus hábitat, todo bajo el imperio de un
sistema económico que prioriza las ganancias por encima de todo.
En efecto “La Organización de las
Naciones Unidas para la
Agricultura y la Alimentación (FAO) dio cuenta hace poco de que
nuestro país pierde cada año nada menos que 180.000 hectáreas
de bosques, cifra que se mantiene constante desde hace 20 años. Paraguay tiene
las tasas más altas de pérdida forestal en todo el planeta junto a Malasia y
Camboya. También se denuncia de que el Chaco paraguayo es la región del mundo
en que la pérdida de bosques avanza con mayor rapidez” (Diario ABC color, nota
editorial del día 19 de junio de 2014).
Nuestro país tiene la más alta tasa de pérdida forestal en todo el
planeta. No importa que desde el 2004 rija la Ley de Deforestación Cero, no importan que sean
parques nacionales, la deforestación salvaje avanza sin que nadie ni nada lo
detenga o lo controle. Si bien la tala indiscriminada es un delito ecológico la Fiscalía del medio
ambiente no tiene capacidad para investigar e imputar a los que infringen la
ley, y las penas previstas además de ser intrascendentes tampoco son aplicadas.
Los planes de reforestación resultaron hasta ahora en un fracaso, y no se
respeta la obligatoriedad para todos los propietarios de conservar el 25% de
reserva forestal. No sería raro que los plantines de hoy, cuando apenas lleguen
a ser arbustos, vuelvan a ser talados. En
estas condiciones es una hipocresía celebrar el día del árbol. En estas
condiciones tiene plena vigencia la leyenda de aquel cartel colgado del tallo
de un árbol solitario en la ciudad que decía: “Salven a mis hermanos del
bosque”
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