INUNDADOS
DE LA INEFICIENCIA.
Más de 200
mil personas tuvieron que abandonar sus precarias viviendas empujadas por la
crecida de los ríos, riachos y arroyos. El río Paraná ruge y el Río Paraguay
expande su costa cubriendo de agua las zonas inundables de su cauce. Los
pobladores de los bañados se resisten hasta último momento para dejar sus
lugares y cuando la situación se vuelve insostenible acarrean sus pocos
pertrechos y enseres soportando toda clase de dificultades. Falta de
transportes, de maderamen y de chapas para el techo. Las paredes de los pobres
cubículos serán de terciadas, cartones o de hule. Escasea el alimento y los
medicamentos básicos para soportar el clima, la humedad y el desamparo de las
lluvias.
Botes, jangadas improvisadas, carritos y mototaxis
son empleados para el operativo de mudanza. Los niños chapotean en los charcos
cercanos y aunque algunos todavía sonríen comienzan a cambiar de semblantes.
Extrañan sus escuelas y sus meriendas de la tarde o media-mañana. Los nuevos
asentamientos se organizan en pequeñas comunidades y los reclamos y protestas por
la falta de ayuda ocupan la primera plana de los diarios y de los noticieros de
radios y canales televisivos.
El gobierno
a través de la Secretaría
de Emergencia, los municipios, las parroquias y pastorales sociales, todos se
movilizan para brindar la asistencia que sea necesaria. Decenas de iniciativas
ciudadanas propician campañas para recolectar alimentos no perecederos así como
ropas y abrigos. Los artistas suman su canto solidario en los festivales de
apoyo. El país vive pendiente y absorto de la situación generada por el aumento
del caudal de los ríos y arroyos. Y sin embargo la crecida y la inundación son
tan cotidianas en la vida de este país. Es un fenómeno cíclico frente al que nunca
se está preparado. Se presenta a mediado de otoño y sigue en el invierno. Cada
año casi lo mismo, con muy poca variación. Es cierto, cada vez se torna más
dramática, porque aumenta la población de la pobreza ribereña. Con lo que se
gasta cada año, hace rato se hubiera conseguido superar esta situación. No hay
política de estado. A los políticos que llegan al poder no les interesa la
suerte de esta legión de compatriotas que viven en este submundo. Juegan con
sus suertes. Con las migajas de las prebendas y las promesas que nunca cumplen,
aseguran sus nuevas elecciones. Con las franjas costeras y la recuperación de
las tierras inundables se podría generar los recursos para la reubicación y
viviendas dignas para los pobladores del bañado. Pero eso implica eficiencia,
patriotismo y honestidad. La primera parte de la franja costera del bañado
norte, tardó más de 20 años para concretarse debido al entorpecimiento de la
politiquería barata.
Rescatamos
de esta tragedia, por una parte, como un
gesto valioso el rechazo de que la ayuda se siga canalizando a través de las
seccionales coloradas dentro del clientelismo prebendario acostumbrado y por
otra, la gran manifestación de la solidaridad de la gente. Este gran valor debe servirnos para ir más allá de las ayudas circunstanciales y avanzar en la
construcción de un país eficiente, solidario y patriota. Ya no podemos permitir
que el país siga inundado en la riada de la corrupción y del oportunismo que
dañan profundamente los mejores afanes de vivir en una sociedad cada vez más
justa y progresista, apartada de la
miseria que nos humilla, como corresponde a un pueblo tan generoso y tan
magnánimo como el nuestro.
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