DÍA DEL
PADRE.
Aquel padre
recordó que alguna vez también fue un hijo. Entonces comenzó su viaje hacia el
pasado, hacia los recuerdos más remotos. Se sintió un poco deprimido y
angustiado en ese intento porque a su
memoria acudían imágenes no del todo agradables. Tenía pocas experiencias de
acogidas de afectos; más bien recordaba la dureza de la mirada de su padre. A
menudo se sintió anonadado frente a su presencia y siempre que le fuera posible
se mantenía alejado. Sus primeros
recuerdos se ubicaban en torno a los cinco o seis años. En uno de esos días de
aquella edad mientras jugaba en la arena del patio de la casa, escuchó la voz
imperativa de su padre, ordenándole para
que salga e intente detener al arisco toro buey que se le había escapado. Aquel
animal venía bufando en su dirección y como tenía tanto miedo a su viejo, se
paró y con los brazos abiertos intentó interceptar al toro que seguía en la
carrera. Se mantuvo así algunos segundos, pero como la distancia se acortaba
tuvo que ladearse a un costado. Su padre no le perdonó la cobardía y le dio una
cachetada por miedoso. “Mi padre fue duro
y violento” Recordaba. No le perdonó hasta mucho más tarde. Fue cuando
también se convirtió en papá. Comprendió entonces que no era fácil para un hijo juzgar a su
propio padre, porque uno nunca puede llegar a conocer las circunstancias que
rodearon la vida de su progenitor. Y lo malo es que si uno no perdona a su padre, también los
hijos pueden tardar en perdonarnos. Ya la ciencia nos enseña que todos
necesitamos tan siquiera un pedazo de papá para el equilibrio emocional de
nuestras vidas. Por eso, aunque la madre
sea muy importante, nunca se debería arrebatar a los hijos la imagen de su padre. Es algo que ellos agradecerán después cuando comprendan la razón de su importancia.
He aquí
algunas expresiones en el intento por rendir un homenaje a los padres en su
día:
PAPÁ
No sé
porqué
cada vez
que pienso en ti
siento la
nostalgia
de aquel
apretón de mano
un poco
rudo
que tu me
dispensabas
de tanto en
tanto.
Pasó el
tiempo,
es cierto,
pero los
años fueron acercándome a ti.
Por eso sé
que tu también
- como yo
ahora -
más de una
vez
habrás
restregado los ojos
para
impedir
que una
lágrima furtiva
desdibujase
tu
apariencia de hombre fuerte.
Y aunque
nunca pude
comprender
muy bien
los motivos
de tus alegrías
o de tus
penas,
siempre
tuve - debo decirlo –
la certeza
de tu afecto.
Hoy en la
distancia
te pido
perdón
por este
tardío afán de cariño
inexplicablemente
relegado.
Perdón
también
por la
torpeza de mi olvido
y por no
haber nunca comprendido
que detrás
de la aparente dureza
de tu
rostro
siempre
hubo un alma
que nunca
olvidó su corazón de niño.
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