ALTAR DE LA DIGNIDAD.
El 15 de junio se cumplió dos años de la masacre de Curuguaty que
costara la vida a 11 campesinos y 6 policías. Estas muertes siguen sin ser
aclaradas, y todo lo que ha investigado hasta el momento la Fiscalía, representa
un burdo intento de justificar la condena anticipada de los campesinos. Hay
suficientes indicios para sospechar seriamente de que esta masacre fue montada como
parte de una alevosa conspiración destinada a desestabilizar primero e
interrumpir después un legítimo gobierno que representaba una amenaza potencial
para los verdaderos detentadores de poder empotrados en la estructura de la
desigualdad, la injusticia y la corrupción. La sospecha está fundada en la
precariedad de los elementos probatorios presentados por la misma fiscalía:
Viejas escopetas algunas de las cuales
ni siquiera pueden disparar.
En la
masacre fueron utilizadas armas de alta precisión. ¿Porqué no se arrimaron
estas armas. Porqué no fueron presentados ni siquiera los casquillos que fueron
entregados al Fiscal? ¿Quiénes dispararon estas armas? Habrían sido miembros de
un grupo comando de la misma policía que no respondían al orden jerárquico,
según la opinión del Asesor Jurídico del Comité de Iglesias. Esta sospecha es
terrible. Grupo de policías matando a sus propios camaradas y a campesinos. Una
filmación de los hechos difundida cien veces en todos los canales por una
semana. Un helicóptero de la policía sobrevolando el escenario, supuestamente
con la cámara filmadora descompuesta. Ocho días después el golpe parlamentario procedió
a destituir a un Presidente electo por el pueblo, faltando un año para culminar
su mandato. Ningún juez ni fiscal podía librar una orden de desalojo a pedido
de un supuesto propietario que nunca acreditó la propiedad. De una propiedad,
Marina kué, que pertenece al estado, nadie puede particularmente solicitar el
desalojo. Curuguaty no es un caso
aislado. Responde a un proyecto de apropiación de toda la tierra fértil para el
proyecto del agronegocio. No importa a quiénes se tiene que sacrificar para
ello. No importa si son campesinos o indígenas. Todos deben ser desalojados y
expulsados de sus tierras. La lucha campesina por el derecho a la defensa de la
pequeña agricultura debe ser desahuciada y sus líderes enjuiciados o
desaparecidos. Se criminaliza la lucha mediante la corrupción de jueces y
fiscales. Marina Kué se convirtió así en
un símbolo de la lucha por la tierra. Allí se erige un altar para orar
por los muertos y fortalecer la dignidad de la lucha de los sobrevivientes. Una
gran cruz se levanta en el lugar. Hasta allí llegan los ciudadanos que se
solidarizan con el reclamo de la justicia de esta causa. Desde allí los cantos suben al cielo como una plegaria de dolor y de esperanza.
Todavía hay que defender a 12 campesinos injustamente enjuiciados. Marina kué,
debe ser entregada a los campesinos porque ellos se ganaron ese derecho al
precio de la vida. Marina Kué de Curuguaty ya es y debe ser por siempre un
altar de la dignidad erigida como un símbolo de la lucha por la justicia y la
libertad de nuestro pueblo.
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