¿Y EL DÍA
DE LOS DESOCUPADOS?
El uno de
mayo se celebra el Día Mundial del Trabajo con el propósito de recordar las
grandes luchas de los mártires del sindicalismo que abrieron paso a las
conquistas de las grandes y justas reivindicaciones de los trabajadores en todo
el mundo. Los pequeños artesanos, granjeros y profesionales de oficio y de
servicios varios, en la era industrial pasaron a depender de los horarios y
régimen salarial de las grandes fábricas, dándose inicio a lo que después se
conocería como la clase trabajadora. Desde entonces el capital y el trabajo,
dos grandes factores de la producción, tan necesarios y dependientes uno del
otro, entran en la tensión del conflicto de equilibrio y preeminencia respecto
a los bienes producidos. El capital se impone y el trabajo se degrada y la
lucha por las reivindicaciones laborales se proyecta en la historia. En los
tiempos modernos el capitalismo camina con su auge de predominancia. Ha
descubierto la manera de imponerse con las grandes concentraciones de capital y
los grandes centros de producción con lo que abaratan los costos de los
productos con los que consiguen romper las fronteras y dominar los mercados de
todos los países, especialmente de los menos desarrollados. Se imponen, por
ejemplo, a través de las cadenas de supermercados abarcando toda la gama de
producción lo que en la práctica significa la desaparición de zapaterías,
panaderías, carnicerías, costurerías, almacenes de barrios, porque nadie puede
competir y se generan las desocupaciones masivas. De esa manera se generalizan
las sub-ocupaciones y los cuenta-propistas, en una dura lucha de supervivencia.
En el campo se impone la agricultura empresarial y los pequeños campesinos son
expulsados de sus tierras para terminar engrosando los cinturones de pobreza de
los centros urbanos. Se avizora la crisis de este capitalismo expansivo, que en
su afán de ganancia, elimina toda competencia y empobrece a todo el mundo y termina liquidando su propio mercado, porque ya nadie tiene capacidad de compra. Estas
grandes empresas tampoco pagan sus impuestos, o lo pagan mínimamente, lo que
también impide que el estado subsidie a sus conciudadanos empobrecidos.
En nuestro
país se habla de una tasa de desempleo del 7% de la población económicamente
activa y de un 25 % de subempleo. Centrales sindicales, organizaciones
campesinas y sindicatos de organizaciones estatales, llevaron a cabo en fecha
reciente una huelga general que tuvo entre sus reclamos, mejores niveles
salariales. Si bien es justo y necesario mejorar los ingresos de los
trabajadores, la paradoja es que el salario es controlado por el gobierno pero
no los precios de los productos. El aumento salarial de un sector al mismo
tiempo convierte en víctimas colaterales a los desocupados y cuenta-propistas. Por
lo tanto se necesita cambiar los viejos paradigmas de la lucha sindical y
ciudadana; hay que reclamar que cambien las condiciones socioeconómicas, que
baje la desigualdad y mejore la distribución de la riqueza. ¿Acaso no podemos
pretender que también se establezca en nuestro país el seguro de la
desocupación? Es muy loable luchar por la dignidad del trabajo y su justa
remuneración, pero sería incomprensible que olvidemos y releguemos a un vasto sector de la ciudadanía. Es bueno
que se celebre el día del trabajador sin olvidar que este día, por la paradoja del contraste, también tiene
que ser el día de los desocupados y subocupados, de los compatriotas que sufren
en la miseria, para quienes no puede haber fiesta mientras carezcan del pan
para la mesa, no accedan a los servicios gratuitos de la salud, se les
precarice la educación y se les imposibilite contar con un techo propio.
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