EL PERDÓN.
Hoy es
domingo de Pascuas de Resurrección y esta fiesta del espíritu y del corazón
siempre nos inspira muy bellos sentimientos. Uno de esos sentimientos es la
gratitud. Siempre sentimos la necesidad de agradecer a Dios, a la vida, a
nuestros seres queridos por todos los bienes que nos han prodigado. Es muy
bueno ser grato, pero no siempre es fácil cultivar la gratitud. Somos muy
desatentos en este tema y causamos, a veces sin quererlo explícitamente, muchos
daños a personas cercanas y queridas, siendo ingratos con ellas. Entre tantos
otros sentimientos, es muy apropiado hablar y razonar en esta festividad del
significado del perdón. En primer lugar está el perdón de Dios. Dios en su
infinito amor ha trazado para nosotros el camino del perdón a través de la
muerte y resurrección de Jesús, su Hijo Unigénito. En su infinita bondad puede
perdonarnos setenta veces siete, es decir siempre. Solo nos reclama un poco de
humildad; reconocer y sentir dolor y arrepentimiento por la falta cometida.
Pero hay otra condición que nos solicita: perdonarnos entre nosotros. En
realidad no podemos pedir perdón si nosotros no perdonamos a nuestros hermanos.
La reconciliación con Dios es por sobre todo la reconciliación con el hermano.
Dios fue muy duro con aquel que habiendo sido perdonado por sus deudas no tuvo
la misma compasión y consideración con sus deudores. Pedir perdón al hermano no
es fácil. Se necesita de una buena dosis de humildad y sencillez de espíritu.
Cuántos daños nos ha causado la soberbia en nuestras relaciones con los demás.
A veces con personas muy cercanas y queridas. Pedir perdón es magnánimo pero
dolorosamente cuesta tanto. Pero también tenemos que perdonarnos a nosotros
mismos. A veces somos muy duros al auto- juzgarnos. Nos podemos sentir abatido
y miserable y sufrir de profundos resentimientos, de los que no nos resultará
fácil sobreponernos. Debemos perdonarnos a nosotros mismos. Es un buen
ejercicio pensar que somos seres imperfectos y que tenemos debilidades propias
de esa imperfección. ¿Quiénes somos para carecer de faltas? Este reconocimiento
sin embargo no debe ser una auto-justificación. Siempre se requerirá de una
buena dosis de humildad para este auto-reconocimiento. La gratitud y el perdón.
El perdón y la gratitud. La vida seguirá siendo un desafío apasionante. Felices
Pascuas de Resurrección.
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