REFLEXIONES SOBRE EL
CASO ARGENTINO.
El proceso electoral
del vecino país concluyó este domingo 22 de noviembre del 2015, después de un histórico ballotage, con la
victoria del derechista Mauricio Macri, poniendo fin al gobierno del peronismo
de izquierda que había rescatado a la Argentina de una de las peores crisis de
su historia en los primeros años de este siglo. ¿Cuál es la causa de esta
derrota y cuál podrá ser su consecuencia en el concierto de los países
latinoamericanos? Son dos preguntas claves para analizar y evaluar este
acontecimiento político. En primer lugar
que un movimiento político de la derecha que defiende y propugna el capitalismo
triunfe en los EE.UU. o en un país europeo tiene lógica, pero en América Latina
es un contrasentido. Nuestros países siguen sometidos a la lógica del
colonialismo. Nuestras riquezas naturales están en poder de empresas
extranjeras, de capital extranjero, que las explotan hasta el límite del
agotamiento, llevándose las ganancias y dejándonos migajas que nos empobrecen
cada vez más. Para el capitalismo no está en su presupuesto el desarrollo
del país, la cesión de mayor porcentaje en la participación de utilidades, el
subsidio para auxiliar a los más carenciados ni pagar mayores impuestos, porque todo eso no responde a la lógica de la
mayor ganancia posible. Y lo inexplicable
o muy explicable tal vez sea la cuestión del porqué en estas condiciones tan dramáticas e
injustas un movimiento político de la derecha puede ganar las elecciones.
En primer lugar porque la derecha controlan los medios de comunicación, las
finanzas del país y los sistemas educativos. Su gran poder radica en su fuerza mediática. En este caso particular el
grupo empresarial Clarín, se toma la revancha contra el grupo político que osó
desafiarle. La libertad de prensa que proclama es la libertad de seguir
ejerciendo su gran poder político y económico. Descalifica a todo lo que pueda
representar un obstáculo a sus más oscuros designios. El problema no es con
la prensa sino con el grupo político y económico que está detrás del ideal
libertario del periodismo. Ataca al
socialismo con los calificativos de comunismo, de terrorismo, de dictadura
partidaria, con un sistema estudiado y encarnizado que termina influenciando en
el electorado. No se discuten ni debaten ideas o programas, se apela al
sentimiento, se recurre a frases sin contenido que terminan por entusiasmar.
“Vamos a construir la Argentina que soñamos” repite mil veces el candidato sin
decir de qué manera ni con qué recursos. Pero también es necesario analizar
las debilidades demostradas por los gobiernos progresistas de nuestro
continente. Una de esas debilidades es
el personalismo. Funciona en torno a un líder providencial, pero no se
transforma en sistema. Demasiado se depende del líder del momento. Es lo que
ocurrió en la Argentina, no se preparó el proceso de sucesión. Lo mismo ocurrió
en Venezuela, Maduro no consigue sustituir a Chávez. En Brasil, después de
Lula, Dilma tambalea. A Rafael Correa en Ecuador le mueven el piso. El único
que parece sólido, pero aun no sabemos si marcará proceso, es Evo Morales en
Bolivia. Mientras que en Chile la fuerza radica en la misma concertación. Hay que trabajar las bases, construir poder
desde la organización de la gente, fortalecer los sistemas democráticos
verdaderamente participativos. Si se fortalecen las bases, los agoreros aunque
retornen no podrán mantenerse por mucho tiempo. La primavera democrática de América Latina marca un rumbo significativo
en la lucha contra graves desigualdades e históricas injusticias que siguen
oprimiendo ese antiguo y auténtico grito de redención y de libertad que
atesoran los pueblos de este continente.
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