EL ARTE QUE RECLAMA Y
REDIME.
La tremenda fuerza
motivadora y educadora del arte popular es algo indiscutible, aunque pareciera
ser que hasta ahora esta realidad no ha sido descubierta lo suficientemente y
por lo tanto sigue siendo subutilizada. Todavía recuerdo una vivencia
impactante del valor de los actos y de los símbolos. Era una de las últimas
misas precedidas por el obispo de San Pedro Mons. Fernando Lugo. Se llevó a cabo en Barrio San Pedro, con
más de 5.000 personas venidas de distintos pueblos de la Diócesis. Antes de la
misa y ya como parte de la celebración, en el escenario preparado, se presentó
la escena de la deforestación, pero muy real, con el rugir de una motosierra
que cercenaba árboles y al final el diálogo del gringo con la gente del pueblo,
intentando sobornar a quiénes defendían sus tierras y sus bosques. La
celebración propiamente siguió después y al final fue extendida una gran
bandera paraguaya que cubría una gran parte de la multitud y que era desplazada
por las manos de los asistentes. Concluí que con estos actos y gestos se hacía
palpable la gran fuerza de la población sampedrana y que no será tan fácil para
nadie destruir esa fuerza. Rememoré esta escena motivado por la lectura del
artículo: “El arte contra la barbarie”
de Carlos Cáceres Shamán, publicado en el Correo Semanal del Diario Última
Hora, del sábado 2 de enero del presente año. Se refería al Segundo Encuentro
del Teatro Comunitario, realizado en Río de Janeiro con participación de
representantes de nuestro país. El autor
habla de la experiencia del intercambio participativo con la gente, que les
permite conquistar una autonomía (estético-político) consolidando de esa manera
la propuesta de plantear el arte contra la barbarie. Habla de dos
colectivos, la Comuna Cultural Colectiva 15 de junio, y el Colectivo Cultural
Carlos Antonio López, que ha presentado hace poco la obra de Moncho Azuaga: “Y
descendió a los infiernos”. Destaca
además, “el nivel de autoconciencia que nos da la fortaleza en nuestras
intervenciones escénicas, avanzando en la comprensión de la resistencia por la
vida a través del uso de nuestro propio lenguaje teatral” Dedican estos
trabajos a los que luchan por la tierra sin alambradas, justicia sin
privilegios, economía sin robos, una ciudad sin miedo, campos sin esclavos,
aire sin agrotóxicos y agua sin dueño, en una lucha colectiva por la humanidad
soñando en ese otro mundo que es posible.
Señala que todo es “como una militancia por la construcción de un nuevo público
que re-signifique sus prácticas y relaciones cotidianas con la historia para
crear una nueva subjetividad donde se considere a la belleza como la estética y
la fuerza del riesgo liberador que todos llevamos adentro. Es dejarnos
re-alfabetizar culturalmente en esta lucha íntima por la nueva humanidad que
producirá otra forma de mirar la vida, su significado, su risa y su alegría”
Es una invitación a todos, a mirarse a través del espejo eterno del teatro,
para vivenciar la resistencia y la autodeterminación a partir de la práctica de
la libertad del teatro itinerante-caminante. Es la invitación del arte que reclama y redime, que reivindica y
proclama la fuerza escondida en cada ser humano llamado a vivenciar su lucha y
su esfuerzo para resaltar y descubrir la belleza encendida en los actos nobles,
del altruismo y de la libertad. En una humanidad cada vez más deshumanizada y
excluyente, el arte nos convoca a condenar la barbarie de la injusticia y de la
violencia, de la mediocridad y la desesperanza y a luchar por ese otro mundo
que todos juntos podemos y debemos hacerlo posible.
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