PARODIANDO LA
JUSTICIA
El lunes 27 de julio comenzará en Asunción “posiblemente uno de los casos más
ignominiosos que conoce la historia penal, la política y la lucha agraria en
época de la democracia formal. El Comité de DDHH de la ONU había pedido en
marzo del 2013 al Estado paraguayo una investigación inmediata, independiente e
imparcial de la masacre de Curuguaty. Es lo que hasta ahora no hubo y al
parecer las autoridades buscan que no haya. Con estos antecedentes subirá una
vez más a escena de un juicio – sin juicio- donde la Justicia – jueces y
fiscales – serán los bufones principales” (Miguel H. López, Diario Última Hora,
23 de julio de 2015) “Son esclarecedoras ciertas declaraciones del
fiscal de la causa, quién reconoció carecer de pruebas que demuestren que
alguno de los acusados mató a los policías. ¿Qué hizo entonces la Fiscalía?
Imputar por tentativa de homicidio. Con eso no compensó su falta de pruebas
porque si no se puede matar con una hondita, tampoco se puede intentar matar con una hondita. Supuestamente
fueron los campesinos y campesinas de Marina Cue, quienes emboscaron a los
policías y según la Fiscalía estaban posicionados estratégicamente en forma de
embudo una forma casi perfecta. Embudo o damajuana, la formación no servía sin
armas mortales” (Guido Rodríguez Alcalá, Última Hora, 22 de julio de 2015) El caso de Curuguaty, si se analiza con
cierta objetividad, hay preguntas fundamentales sin respuestas. Por ejemplo, si
la Fiscalía no pudo arrimar ninguna prueba irrefutable de la responsabilidad de
los campesinos, ¿Quiénes realmente
mataron a los policías? ¿Había un comando especializado de campesinos con armas
de grueso calibre que operaban desde otro lugar? Si esta situación se hubiera
dado porque no hay ni mención en la imputación Fiscal y no se arrimó ninguna
prueba de ello. ¿O era otro comando de la misma policía que disparaba desde
otro lugar matando por igual a campesinos y camaradas policías? ¿O los disparos
fatales provinieron del helicóptero? La pregunta que sigue sin respuesta es por
lo tanto: ¿Quiénes mataron a los policías? La otra gran cuestión pendiente
es ¿porqué no se investiga la muerte de los campesinos cuando hay suficientes
indicios de que varios de ellos fueron ajusticiados? Andrés Riveros, un hombre de 67 años intentó correr pero le alcanzaron.
“Aní che juka che hermano” (1) imploró a sus captores. Fue lo último que dijo.
Recibió tres disparos en el pecho. Fermín Paredes, herido chapoteaba y sangraba
en el lodo. Clamaba por intermedio de su teléfono celular “aunque sea che
renohemina ko tujugui” (2) Jamás le auxiliaron. Fue rematado sin piedad.
Luciano Ortega, joven de 18 años, que ya había escapado pero tuvo que regresar
a buscarle a la madre que había quedado atrás. Eso le costó la vida. Luis
Paredes, encontrado boca abajo.
Ajusticiado. De los Santos Agüero, encontrado en extraña posición,
probablemente también ajusticiado. Hay que agregar todavía la muerte del dirigente campesino Vidal Vega, asesinado días después por sicarios. Su delito,
conocer el caso Curuguaty y cooperar con la investigación paralela. Fue la
víctima número 18. (Fuente: “Marinakue,
Entre la Memoria y el Silencio” Adalberto Antúnez) Preguntas finales. ¿Por qué los campesinos
creían que la solución pacífica de Marina Cue era inminente? ¿A quiénes
encubriría el Fiscal con el ocultamiento u omisión de las pruebas y porqué
nunca investigó la denuncia de presuntas ejecuciones extrajudiciales? Es
probable que nunca se aclare lo que realmente ocurrió en Curuguaty por el
trasfondo político que tiene. Lo grave es que en ese juego se siga castigando a
gente inocente. Pero lo que no se puede dudar es que el caso Curuguaty se
inscribe como un símbolo importante en la historia de la lucha contra la
marginación, la opresión y las injusticias.
(1) No me mate mi hermano.
(2) Por lo menos sáquenme de este barro.
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