¿DESTINOS PREDECIBLES?
No siempre es fácil
alentar a las personas para que se preparen a enfrentar la vida, a luchar por
sus ideales, que se fijen metas y objetivos con una perspectiva de realización
personal y profesional y que adquieran, dentro del proceso formativo, la
conciencia motivadora del compromiso con su propia familia y con la misma
sociedad. Esta es la oferta de una batalla personal que implica dedicación,
sacrificio y renunciamiento. Es decir tiene un precio muy alto que muchos
jóvenes ya no están dispuestos a pagar. Los valores morales, la honradez, la
justicia, la libertad carecen de consistencia para una época de total
relativismo, donde todo se vuelve vertiginoso y acuciante, donde reina la ética
del inmediatismo y del placer. Todo lo placentero es bueno. El placer es el
nuevo valor de la vida. Es el nuevo paradigma
de una sociedad decadente y corrupta que acelera cada vez más su marcha
en la vorágine del consumismo inagotable. Es la sociedad de la exclusión y el descarte. A pesar de todo, a pesar
de este gran ruido, lo paradojal de todo esto, es que este mar de desorden y
confusión, al final responde a un
ordenamiento predeterminado, por un poder que controla en el silencio y en el
anonimato, que no deja que nada se desvíe de los cauces programados y que es
capaz de establecer que un destino de inamovilidad y de fracaso, se vuelva
predecible. Esta breve reflexión está relacionada con una película que pude ver
en estos días en uno de los canales televisivos. Su título es “Leones por corderos”
con muy buenos actores como Robert Refort, Meryl Streep, Tom Cruise y Andrew
Garfield, entre otros. Se desarrolla en tres escenarios distintos pero
vinculados entre sí. Escenario 1: Fuerzas operativas norteamericanas son
enviadas a Afganistán en misión secreta para combatir a los talibanes.
Escenario II: Un Senador de mucho prestigioso (Tom Cruise) autoriza y dirige el
operativo mencionado y mientras lo hace, concede una entrevista a una conocida
analista de Prensa (Meryl Streep) quien le interroga sobre la fundamentación de
la política exterior norteamericana y escenario III: Un distinguido profesor
universitario de Política Internacional (Robert Refort) dialoga con uno de sus
mejores alumnos (Andrew Garfield) en su despacho. Aclaro que no está en mi
ánimo ni en mis posibilidades formular una visión crítica de la película. Simplemente
compartir la impresión que me ha causado. Y en ese sentido para mí la parte más
interesante de la misma se encuentra en este diálogo de la escena III. El
alumno era uno de los más inteligentes y cuestionadores de su grupo en los
primeros días y sin explicación alguna
había dejado de asistir a su clase. El profesor interesado en conocer el motivo
de su ausencia, le crea el clima y le invita a sincerarse. El diálogo es amplio
y extenso, pero al final el estudiante le dice que dejó de tener interés en su
materia porque no le va a servir para la vida, para hacer algo por su país,
porque todo está organizado como una estructura del poder que no se puede
cambiar. “Porque voy a luchar – le dice
– si de antemano ya sé que voy a fracasar, por lo tanto es mejor dejar de
preocuparme y dedicarme a disfrutar de la vida” La
conclusión es tremenda. O me capacito para ser un peón más de la dominante
estructura de poder, o me capacito para intentar ser un luchador por el cambio,
aunque eso signifique exponerme al fracaso y poner en riesgo la propia vida.
Pero la tercera opción todavía es más triste y desesperanzadora: Dejarse
abandonar en el azar y claudicar de todo
sueño. ¿Cuál de las tres opciones es la que estamos imponiendo a nuestros
jóvenes? Sin duda alguna es una dura interpelación que la sociedad y nuestra
educación tienen que afrontar.
Comentarios
Publicar un comentario