DEFENSORÍA… ¿DE QUÉ?
La Defensoría del Pueblo, una de las más importantes
instituciones creadas por la Asamblea
Nacional Constituyente de 1992, se diluyó en la dejadez y en la inoperancia. El
primer y único Defensor nombrado hasta
ahora, venció su mandato en agosto del 2008 y sigue en el cargo esperando un
sucesor. Ya está más de once años en funciones
pero pocos han oído hablar de él y es seguro que muchos no recuerdan ni su
nombre. La única vez que se le mencionó fue cuando las víctimas de la Dictadura
reclamaron el cobro de sus haberes o cuando se cuestionó el pago a personas que
no merecerían ser beneficiarias de esta indemnización del Estado. Es un gran desperdicio y un costo no
justificado. ¿Por qué se dejó pasar tanto tiempo? Porque para los políticos no
es una prioridad la defensa de los derechos humanos y para la ciudadanía pasó
inadvertida esta situación. Por fin por presión de organismos internacionales
que reclaman al gobierno por esta irregularidad se abrió el proceso para la
designación de un nuevo Defensor del Pueblo. ¿Qué proceso? Hay 80 candidatos inscriptos, hablan de audiencias públicas para
conocer el perfil y los planes de cada uno, pero finalmente el famoso cuoteo
político terminará por imponerse. Pero eso no debe desanimar a la ciudadanía
que debe involucrarse en exigir condiciones mínimas para la selección de los
candidatos y candidatas, porque hay que convertir a esta institución en un
referente importante para denunciar los atropellos y las violaciones constantes
de los derechos humanos fundamentales; es decir, hay que presionar para convertir el cargo en
una verdadera contraloría ciudadana. Veamos lo que dice la Constitución
Nacional sobre el cargo. El Art. 276 establece que el Defensor del Pueblo es un
Comisionado Parlamentario que goza de autonomía. Tiene tres funciones: 1)
Defensa de los Derechos Humanos, 2) Canalización de los reclamos populares y 3)
Protección de los intereses comunitarios. Debe ser nombrado por una mayoría de 2/3
de los Diputados, de una terna seleccionada y remitida por los Senadores. Qué
señorío de cargo y qué oportunidades perdidas con el Defensor que se tuvo y que
todavía se tiene. Tantas violaciones de los derechos humanos y ninguna
autocrítica para el estado, tantos robos en las instituciones y tantos
atropellos a comunidades campesinas e indígenas que jamás fueron temas de
denuncia por esta defensoría. Esta situación nos vuelve a plantear la necesidad
de la revocatoria de mandato. Un Comisionado Parlamentario, no podría
permanecer en el cargo por más de 11 años sin cumplir el rol que se le tiene
asignado con presupuesto que paga el pueblo. Por todo ello, es importantísimo
que la ciudadanía no se quede quieta ni callada, debe exigir su derecho de
participación en la elección del funcionario como en el control de su
ejecutoria. Aunque por el momento y una vez más la irresponsabilidad política
siga causando daño a la credibilidad y a
la institucionalidad de la República.
Una lamentable situación que la ciudadanía puede
y debe cambiar.
Comentarios
Publicar un comentario