RECUENTO.
Estos son tiempos de evaluaciones y balances de la vida.
Entre los brindis y los tragos apurados,
nos preguntaremos si nos sentimos
realizados, o si muchos de nuestros anhelos y objetivos quedaron en el
camino. De alguna manera somos prisioneros del tiempo y a menudo los afanes se
conjugan en un ayer o en un mañana. Pero esa es la vida, un suceder constante
de las ilusiones y esperanza abierta, un acumulativo de júbilos pasajeros o un
montón de dificultades que lentificaron nuestra marcha. Pero, queramos o no el
recuento está abierto y sus interrogantes son inevitables.
RECUENTO.
¿En qué se nos fue el tiempo? ¿En la rutina insensible de los días…
En la emoción sin nada…
En la alegría mezquina…
O en la inquietud indefinida
que nos apretujó en silencio?
¿Lo gastamos acaso en aquel viejo anhelo
que se repite inútilmente
en otro proyecto fracasado?
Al plantearnos este recuento
no importará si somos jóvenes o ancianos,
cada uno escudriñará su tiempo
y conjugará su verbo, según lo sea,
en un ayer o en un mañana.
En esta operación de suma y resta
cada uno buscará llenar sus cuentas
con unos pocos logros que no cubren la insolvencia.
Y otra vez en displicencia
comenzarán los días a
atosigarnos con su tedio.
Y así alternando la rutina seguiremos preguntándonos
en qué se nos fue el tiempo.
Acaso en las burbujas de unas copas compartidas
o en las penas de una ausencia desde ya definitiva.
Y aunque todas estas dudas
nos interpelen intensamente
estamos obligados a vivir
los minutos subsiguientes.
Y… al cabo de otro año seguiremos en el recuento,
en un haber sin nada
abrevando en otro trago
la promesa de comenzar todo de nuevo.
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