A menudo
dejamos de ver el bosque que crece y concentramos demasiado la atención en un árbol que cae. Esta es una expresión
muy descriptiva de nuestros comportamientos y de nuestras actitudes,
especialmente en los tiempos actuales. La sociedad vive tensa. Los medios de
comunicación nos atosigan con informes de desgracias y desastres de aquí, de
allá y de todas partes. Nos quieren hacer creer que nos informan cuando en la
realidad lo que hacen es desinformarnos. Nada se contextualiza, nada se
analiza. El flash deslumbra constantemente y sin querer nos cargamos de todas
las cosas negativas que se dan en cada instante. Detrás de todo eso impera por
una parte la lógica de que el tremendismo es lo que más se vende y por otra, la
lógica del vaciamiento y la masificación. Que nadie piense, que nadie analice
nada. Es más rentable el comprador pasivo y la masa sin criterio es mucho más
manejable por los usurpadores políticos. Mientras tanto abundan las medicinas y
los médicos para el stress. Las ofertas del vyroreí se agigantan en las
pantallas y por medio de las nuevas tecnologías también ya campean en las redes
sociales. Pero por suerte en medio de todo esto la esperanza sigue viva. Hay
preciosas iniciativas. Hay testimonios muy valiosos que debemos ponderar y
rescatar. Podemos tener esperanza. Podemos seguir cantando con Fito Páez:
“Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a traer mi corazón” Sí porque son
muchos los que en silencio ofrendan con coraje sus esfuerzos por los demás, ofrecen
sus mejores sentimientos para que los jóvenes aprendan a forjar sus primeros
sueños y se capaciten para luchar por ellos. Corresponde destacar de manera
especial, entre otras valiosas iniciativas,
la campaña emprendida por el Conservatorio de Música “Semillas
musicales” de la ciudad de Ayolas, con
este mensaje: PARA QUÉ DROGAS SI HAY MÚSICA. Detrás de este conservatorio está
el esfuerzo humilde y tenaz de la familia Ríos: Pepe y Ceci y sus tres
formidables chicos que son alumnos y a la vez capacitadores de la causa.
Felicitaciones y aliento a tan ponderado esfuerzo. “Para qué drogas si hay
música” es un mensaje que de alguna manera se proyecta a todo el país.
En especial
con la organización de “Sonidos de la
Tierra ” del maestro Luis Szarán, que ha llegado a todos los
pueblos y ciudades de la República. Es
la entidad que prohija las iniciativas locales. Los jóvenes ya son miles. Que
gran esperanza para el futuro. Ahora la música llegó a los jóvenes de los
penales y el esfuerzo del rescate y la dignificación se multiplica. Por su
parte, la orquesta de instrumentos reciclados de Cateura, bajo la dirección del
profesor Fabio Chávez, ha recorrido el mundo, despertando admiración y sorpresa
al dejar constancia de que el bello arte también puede emerger de un basural.
Qué
alegría. Cómo reconforta al espíritu conocer y valorar estas grandes
iniciativas a favor de nuestros jóvenes, a favor de nuestro país. Una tarea
silenciosa e imponente que contrasta con el paisaje de la degradación y
corrupción que campea en el escenario político nacional. Pero estamos seguros
que esta degradación será vencida bajo el empuje de esta nueva generación de
jóvenes que se levanta. Tenemos motivos para consolidar la esperanza. Una
esperanza que por suerte, para nada está perdida.
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