MADRE DE LA ESPERA.
Considero
justo rendir un homenaje especial a todas las madres en su día, destacando el
dolor que los hijos y las hijas causan a su progenitora, por la ausencia y la
distancia, porque la vida así lo impone aun sin quererlo, o porque la
ingratitud sumerge en el olvido al ser más entrañable de la vida. El corazón de
una madre se transforma en el acto de una espera interminable que a veces los
hijos y las hijas no valoran. En
realidad nunca podremos entender en toda su dimensión esta amorosa actitud de una madre.
Por ello,
el homenaje no es ni debe ser de un solo día. Debe ser de todos los días, desde
cerca o desde lejos, por encima de toda circunstancia, sin importar que cada
hijo o cada hija transiten sus propios caminos de la vida.
MADRE DE LA ESPERA.
Te dieron
un día…
Una
fracción pequeña del tiempo,
para
intentar decirte lo mucho que te quieren.
En ese tu día te aturdirán de apretujones,
mientras tú,
con el sacudón de la impaciencia,
buscarás
saciarte de todos los instantes,
en el afán secreto de aprehender los rostros
de tus seres más queridos.
Es posible
que ese día no puedas impedir que un
dolor extraño
te apretuje
en la garganta
y que una lágrima furtiva aflore en tu mirada
sin que los
demás comprendan la razón
que te mueve
a ello.
Será porque
deseas que el tiempo se detenga
para que
tus niños sigan siendo tus pilluelos;
porque
sabes que las noches serán largas
y que el
brebaje de alegrías será breve.
Y aunque te
oprima la congoja
te armas de
coraje,
y refregándote
los ojos
te
reconfortas en la esperanza.
Tu corazón
de madre ya intuye de antemano
la certeza
de lo que será inevitable:
Que tus
hijos te impongan en la distancia
la dolorosa
incertidumbre de la espera.
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