EL
VOLUNTARIADO SOCIAL.
Hay
virtudes que son predicadas habitualmente en todos los niveles de la vida, de
parte de personas especializadas para la prédica inclusive, pero no siempre se
consigue con eso la incorporación de esos valores en el bagaje de la
experiencia vivencial. Es un poco lo que pasa con la solidaridad. Leemos textos
importantes sobre la misma, se nos enseña desde el hogar, desde la iglesia,
desde la escuela pero al final puede ser que no nos resulte fácil ser
solidario. ¿A quién o a quiénes ayudar? ¿Cuándo? ¿Cuánto? ¿En qué momento o de
qué manera? A veces ayudar puede significar incluso una decepción,
especialmente si no lo hacemos con amor y desprendimiento. Al ayudar nunca hay
que esperar el retorno o reconocimiento alguno de la o las personas
beneficiadas. Además hay que tener especial cuidado para que el acto de ayuda
no sea ofensivo porque el que pide ayuda casi siempre se siente humillado al
hacerlo. Por algo San Francisco decía: “Pide perdón a tu hermano a quien ayuda”.
Por eso lo más importante es adelantarse, ayudar sin esperar que se nos pida. Pero volviendo un poco al punto de partida,
necesitamos preguntarnos de qué manera se puede aprender a ser solidario, a
adquirir este valor como una actitud permanente frente a la vida. Y la vía más
importante, no la única, es vivenciando la práctica de la solidaridad,
reflexionando sobre la misma, incorporándola como parte de la visión
existencial. Ojala nos valga esta breve reflexión para valorar la vida y el
trabajo de los voluntarios sociales, que en silencio prestan un servicio de
incalculable valor hacia sus hermanos en los distintos espacios de la vida
social. He aquí un esbozo del perfil del(a) voluntario/a: 1. De cara a la
relación: Atención especial a las personas que serán acompañadas, respeto a los
procesos de cada una, actitud de escucha, diálogo permanente, confianza y
desinterés.2. De cara a la acción: Creer en la fuerza educativa de la
experiencia, sentido de equipo porque aprendemos juntos y nos necesitamos,
sentido trascendente porque se sabe que la vida está en manos de Dios.
3. De cara
al contexto social: Conoce la realidad social que le rodea, se interesa por los
acontecimientos de su comunidad y su país y en la medida que pueda colabora con
la transformación de la sociedad promoviendo valores que humanizan. 4. De cara
a las situaciones de injusticias: La defensa de la dignidad humana caracteriza
su conducta, juzga las situaciones con conciencia crítica y trabaja por
erradicar las situaciones injustas promoviendo la participación social y
política en vista al desarrollo humano integral de las personas y del conjunto
de la sociedad.
Cualquiera
de estos caracteres del perfil del voluntario o la voluntaria puede ser mucho
más desarrollado. Por de pronto podemos terminar con estas dos conclusiones: 1.
El voluntariado social es una buena escuela de vida y 2. Nunca hay que esperar
recompensa de la persona a quién se ayuda; la recompensa, misteriosamente,
provendrá de situaciones y de personas totalmente inesperadas, al menos si se
ha obrado con verdadero amor y desinterés.
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