MÁS ALLÁ DE
LOS MANUALES.
“¿Dios mío,
qué nos está pasando?” Exclamaba un amigo mío al referirse a otra muerte de
motociclista a causa de un accidente de tránsito y agregó: ¿Será que esto
ocurre igualmente en otros países? Entendí muy bien su preocupación y el
sentido de su pregunta. Realmente esta situación se está convirtiendo en una
epidemia en nuestro país. Los accidentes de tránsito ya ocupan uno de los
primeros lugares entre las causales de mortandad y lo más grave es que se llevan vidas jóvenes en un gran porcentaje. Y si
no mueren pasan a engrosar la vida de los discapacitados. En los demás países
también ocurren los accidentes pero
difícilmente nos igualen, le contesté a mi amigo. Nosotros no solo padecemos un caos en el
tráfico, también tenemos caos administrativos. Informalidades en el registro
del automotor, vehículos que circulan sin chapas sin ninguna identificación,
conductores sin licencias, o con licencias pero sin ninguna prueba de manejo
básico o conocimiento de las reglas de tránsito. Aquí tenemos caminos
imposibles de transitar con mala o ninguna señalización, vehículos que despiden
humaredas que contaminan el ambiente y dificultan la visibilidad. La
verificación técnica vehicular, se aprobó, se derogó, se retrasó; rige en algunos municipios y en otros no. El
parque automotor crece aceleradamente con vehículos chatarras que se importan
del exterior sin control y a un ritmo acelerado. Hay pocos policías de tránsito
y los que hay no gozan de buen prestigio. Aquí se controla y se penaliza fallas
administrativas pero no las faltas de circulación. Los peatones no son ni
fueron tenidos en cuenta, deben realizar proezas cada vez que se arriesgan a
cruzar las calzadas. Alcohol, droga y soberbia predominan en muchos
conductores. Hace poco, un vehículo rozó a otro y se fugó del lugar, y el
conductor del vehículo afectado tuvo que perseguirle para exigir la reparación
del daño. La persecución terminó cuando el conductor del vehículo perseguido,
paró se bajó de su vehículo y disparó con su arma, al que venía persiguiéndole,
matando a uno e hiriendo gravemente al acompañante y volvió a desaparecer; nadie pudo identificarlo,
carecía de patente. Mi amigo me seguía atentamente. Es difícil que en otros
países ocurra lo que aquí, en lo se refiera al tránsito automotor, concluí.
Entonces me acordé de un antiguo maestro de conducción que nos decía: “La calle
es un peligro, manejar siempre es una gran responsabilidad. No basta conocer
los manuales de tránsito. Hay que ir más allá.
Tenemos que
conocer nuestro vehículo, su capacidad de frenada, su capacidad de pique y
aceleración. En las esquinas siempre hay que entrar con precaución, no importa
que haya o no semáforos. Hay que entrar con buen cambio en las bocacalles sin
tener en cuenta la preferencia, porque a
veces se tendrá que frenar o acelerar. Procuren depender de sí mismo, no del
otro conductor aunque hay que intentar anticiparse a lo que pueda hacer el
otro. No basta mover el vehículo hay que aprender a manejarlo” Recordando
aquellas recomendaciones, cabe preguntarnos: ¿Se les capacita a los jóvenes
suficientemente para manejar sus vehículos antes de salir a las calles?
El problema
del tráfico es algo que va más allá de los manuales. Es un problema de
administración y de organización, de capacitación y de educación. Es un
problema de atraso social y cultural que lamentablemente nos impone un costo
muy alto en vidas humanas que imperiosamente debemos combatir.
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