ERRORES Y
FEMINICIDIOS
Se volvió
dolorosa y cotidiana esta información: “Hombre que mata a su expareja”. A veces
también en la ocasión mueren otros familiares o algunos de los hijos o hijas de
la pareja. A menudo en la locura y desesperación de sus actos, el victimario
también termina con su propia vida. La tragedia está montada sobre la conducta
violenta. La información publicada ultimamente proviene de la lejana y bella
comunidad de San Cosme y Damián, en el Departamento de Itapúa. La mujer
asesinada era abogada. El victimario un suboficial de policía. Un hombre de
arma tomar que se sintió herido y despechado cuando denunciado por actos de
violencia fue imputado por la
Fiscalía con la prohibición de acercarse a su expareja.
Naturalmente no cumplió la orden y se acercó de nuevo para consumar la
tragedia. Ya se dieron tantos casos similares que hasta se acuñó la palabra
“feminicidio”. Ya no es solamente
homicidio porque la víctima es una mujer y la muerte está vinculada a su
condición de mujer. Pero aquí viene al caso intentar algunas reflexiones al
respecto. La situación se volvió muy repetitiva con un mismo común denominador:
muerte de la mujer por su expareja, luego de que esta le denunciara por actos
de violencia y la fiscalía o el juzgado haya dictado orden de no acercarse a la
mujer amenazada. Aquí aparentemente hay dos elementos que analizar: 1) El hecho
se consuma generalmente luego de la imputación y 2) la reacción de violencia se
acrecienta y la prohibición de acercarse a su víctima no sirve para nada,
incluso aumenta el riesgo y la indefensión de la víctima potencial. No puede
ser que esta situación no sea considerada por las autoridades judiciales y las
organizaciones dedicadas a la protección de las mujeres. ¿Qué significado tiene
dictar la prohibición de acercamiento a la potencial víctima si nadie se va a
encargar de hacer cumplir la medida y de proteger a la misma? No hay que olvidar que en el trasfondo de la
situación hay un problema cultural. No se valora ni se respeta la vida. La
ignorancia y la incapacidad del diálogo hacen que se recurra a la fuerza bruta
ante la impotencia que generan la sinrazón y la intolerancia. El machista
violento se exacerba y se siente humillado cuando se le denuncia y procede la
autoridad fiscal. Aparentemente habría que tener más cuidado antes de dictar
esta medida de “protección”. Evaluar el grado de violencia del potencial
victimario. Evaluar el peligro a que se expone la parte denunciante.
Implementar efectivas medidas de protección. No dictar la prohibición y dejarla
a su suerte a la denunciante. Es casi seguro que esta es la razón por la que
muchas víctimas no denuncian. No podemos permitir que el miedo siga siendo la
causa de la humillación y agresión de tantas víctimas. Pero tampoco se puede
permitir que las ineficiencias, vacíos legales y los errores de procedimientos, sigan causando víctimas. El
feminicidio es un acto doloroso y miserable que se debe desterrar.
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