EL ESTIGMA DE CURUGUATY
Ya será muy
difícil borrar de la memoria histórica del país el estigma de Curuguaty. Por un lado tiene un poco el ropaje del
misterio de los crímenes políticos. Misterio en cuanto a su ocultación
procesal, no en cuanto a lo ocurrido y en cuanto a su efecto e impacto. Está
visto que desde un principio existió la intención de tergiversar la verdad de
los hechos. ¿Cómo comenzó? ¿Quién ordenó la intervención y sobre qué base
jurídica? ¿Quiénes finalmente mataron a los campesinos y a los policías? El
montaje de su documentación audiovisual y la sistemática e impactante difusión
de ese material provocaron la confusión y la paralización de la opinión
pública, en un rodaje de impacto tras impacto, hasta desembocar en el rápido
juicio político y destitución de un Presidente de la República. Cuando
la ciudadanía quiso reaccionar ya se estaba votando la destitución. La
investigación fiscal se realizó de
manera desprolija y con serias
deficiencias. Para la imputación de los campesinos se utilizó un cuaderno que
contenía la lista de los interesados en acceder a lotes del terreno ocupado,
que posteriormente según dicen, se mojó y desapareció. La policía no fue investigada, a pesar de la
seria presunción de que varios campesinos encontrados heridos fueron
ajusticiados. Las pruebas arrimadas a los procesos fueron muy pobres. Apenas
algunos rifles sin prueba de que hayan sido disparados o tengan capacidad de
disparar. Hay indicios serios de que en la masacre fueron utilizadas armas
automáticas de mucho poder de fuego. ¿Dónde están esas armas? ¿Quiénes las
utilizaron? Se puede pensar que los
policías muertos y heridos también fueron víctimas de una fuerza extraña que no
tenía nada que ver con los campesinos presentes en el operativo. Tampoco se sabe mucho del helicóptero que
sobrevoló el escenario de la masacre. No sabemos si se podrá conocer o no los detalles de esta
conjura en el futuro.
Mientras
tanto lo miserable y estigmatizante del caso es que se ponga en práctica un
libreto predeterminado, aparentemente de manera oficial, para declarar culpable
a los campesinos que figuraban en la listita perdida, aun cuando existan dudas
de que algunos de ellos hayan estado
presentes en el lugar de los hechos. Cinco de esos detenidos llevan a cuesta
más de 25 días de huelga de hambre, en reclamo de sus libertades porque se
consideran inocentes. Están acusados de invasión de inmueble ajeno y asociación
criminal como dos de las tres causales de la prisión que quedarán sin efecto si
se constatara que el inmueble es del estado. Una orden judicial espúrea generó la
intervención policial; espúrea porque
fue a pedido de una empresa que no acreditó suficientemente la propiedad
del inmueble invadido, llamado Marina kué, que es del estado paraguayo. Falta
para confirmar y destrabar el proceso que defina la titularidad de la propiedad
que la Corte Suprema
de Justicia se pronuncie, y no lo hace,
permanece inexplicablemente callada hasta ahora. ¿Necesitaremos sumar otras
muertes a este desgraciado proceso? Es casi seguro que todo este proceso plagado
de tantas irregularidades será objeto de revisión a nivel internacional, especialmente
si no se repara la injusticia que se está cometiendo contra estos campesinos
detenidos. La conjura está hecha y no corresponde que se siga sumando más
víctimas en el burdo intento de su justificación. Curuguaty con este caso de
Marina kué, dejará de ser un desgraciado estigma de nuestro pueblo, si todavía
se puede lograr que se obre con la verdad y la justicia en esta causa.
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