EL CAMINO DEL CAMBIO
Es posible que para muchos
compatriotas, las críticas a los sectores políticos de nuestro medio, a los que se cuestiona el hecho de conformar o
ser partes de un acuerdo no escrito de connivencia, que genera la existencia de
una verdadera estructura de corrupción en el país, no sean del todo aceptables.
El justificativo que pueden argüir es que al generalizar las descalificaciones
se ataca organizaciones necesarias para la vida democrática de la República, cuyo
desprestigio puede favorecer el advenimiento de sistemas totalitarios.
¿Pero qué pasa si ese atraso se debe precisamente a la estructura
corrupta que conforman y defienden? No se puede renunciar a la presión por el
cambio y a la crítica, porque según
afirma el filósofo e investigador Cristian Andino, en su artículo “Hacia
la desburocratización del poder estatal” publicado en el Correo Semanal del
Diario Última Hora, el sábado 6 de mayo pasado: “Desde la actual estructura burocrática y corrupta del Estado, resulta
imposible pensar en cambios que beneficien al pueblo, por más buenas
intenciones que llegue a tener algún líder” Este autor habla de burocracia
pero particularmente preferimos hablar de pacto de connivencia entre los partidos
mayoritarios que tienen votos decisivos en la administración del Estado. En
diferentes momentos aparecen grupos de “indignados” que plantean los cambios
pero en general sin fuerza porque “el orden imperante se ha encargado también
de sembrar apatía y fatalismo en el ciudadano común que odia a la política por
considerarla patrimonio exclusivo de los corruptos” Pero de nuevo se impone
el interrogante ¿Se puede cambiar el país desde las corruptas y clientelares
estructuras partidarias al servicio de la burocracia estatal?” (Del mismo autor
mencionado) La realidad es muy dura.
Desde afuera es poco lo que se puede hacer y desde adentro no hay indicios de
que desde los partidos políticos imperantes se generen las transformaciones
necesarias. Solo nos queda la utopía entendida como camino por andar. La utopía
que opera en la historia y que se realiza cotidianamente. Según el autor citado, “el necesario camino
de transformación de la estructura estatal será siempre la organización y la
conciencia ciudadana de que la democracia debe ser cada vez participativa y
menos representativa. Desde la presión
popular de las organizaciones sociales se deben crear las condiciones que
posibiliten un nuevo contrato social, que instaure entre otras cosas “el poder
ciudadano” como instancia oficial entre “los poderes del Estado” con mecanismos
rigurosos de constitución y funcionamiento y entre cuyas atribuciones tenga por
ejemplo la potestad de convocar a consulta a todos los ciudadanos para revocar
el mandato de los otros poderes. Solo desde la transformación material de
las instituciones puede plantearse una pretensión de justicia que supere las
actuales contradicciones del ejercicio clientelar de la autoridad y las
discusiones meramente formales propiciadas por los poderes fácticos encargados
de perpetuar las desigualdades” (Cristian Andino, conforme al material
mencionado) Las dificultades serán
muchas. Los poderes fácticos manejan los medios de comunicación, imponen los
contenidos educativos e intentarán corromper a cualquier líder emergente. Pero no hay otra vía dentro del proceso
democrático. Hay que convencerse firmemente de ello y empezar a transitar el
camino de la organización y la conciencia ciudadana.
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