LA PATRIA CHICA
Era imposible mirar
en este día 31 de mayo impasible e indiferente las imágenes de los actos
centrales de la celebración del aniversario de la ciudad de Concepción –
capital del Primer Departamento de la República - para todos aquellos que
conocieron y compartieron esas vivencias en algún tramo de sus vidas. Se
veía impresionante el colorido de los uniformes estudiantiles en el tradicional
desfile por la Avenida Agustín Fernando de Pinedo, llamada así en homenaje al fundador
de la ciudad. Es la patria chica que
llama y convoca. Es la reminiscencia de un ayer que se hace presente. Es la
querencia que atrae y reclama. No se trata solamente de un sentimiento o de un
afecto que implica remembranza. Se trata de la raíz y de la identidad de la
persona. Se trata de un cúmulo de experiencias relacionadas con la vida
misma. Es posible que no lleguemos a
darnos cuenta de la importancia y de la relevancia que tiene para cada uno la
pertenencia a una comunidad determinada. Lugar en que se fueron concretando los
primeros desafíos, las primeras dificultades, los primeros sueños e ideales.
Los primeros afectos, los primeros desencantos.
Uno puede tener idea de lo que
significa apegarse a una ciudad, a un pueblo o a un valle. Pero vivir esa
experiencia tiene su propio acento, su propia vivencia. Uno puede marcharse a
lugares distantes, conocer a otras personas, pero es posible que ya nunca pueda
encontrar la misma comunidad. La comunidad espiritual forjada en el
vecindario, en las actividades profesionales o en los tiempos compartidos con
amigos, difícilmente se vuelve a recomponer en otros ambientes de la vida. ¿Cuánto ha significado esa vivencia en la
conformación de nuestra personalidad, de los valores e ideales forjados en
nuestro tiempo de juventud? Será difícil encontrarle una respuesta. Pero es
casi seguro que la incidencia haya sido gravitante. Valga esta reflexión desde la distancia para
intentar entender el valor del apego a la comunidad a la que pertenecemos cada
uno. En el tiempo en que vivimos
identificado con el fenómeno de la globalización, la tendencia es la pérdida
de identidad y de la estandarización. A nadie ya le importa quiénes somos, las
fronteras desaparecen ante el avance de los mercados y nos justiprecian como
simples consumidores, como clientes potenciales. Por eso es tan importante
volver a nuestras raíces culturales, aferrarnos a nuestras pequeñas comunidades
y de esa manera acceder a este mundo, cada vez más exigente, desde la
perspectiva de nuestra propia identidad.
Debemos asumir que desde nuestra
propia realidad tenemos aportes importantes que ofrecer: Nuestra cultura,
nuestra música, nuestro idioma guaraní, nuestros conocimientos de plantas
medicinales y otras riquezas más que nos distinguen. Por eso es incongruente
para nosotros no conocer o no hablar el idioma guaraní, una lengua única en el
mundo que nos identifica. Pero volvamos
a nuestro punto de partida, la celebración del aniversario de una ciudad muy
cálida y hospitalaria. Para propios y extraños resulta muy difícil no
quererla. La patria chica está de
fiesta. Feliz aniversario ciudad de Concepción.
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