¿QUIÉN DESEDUCA A QUIÉN?
De tanto en tanto la sociedad se acuerda de la existencia de
la problemática educacional. Esta situación se da, casi siempre, en torno a
hechos motivacionales que pueden ser algún evento, o circunstancias, o instancias
presupuestarias. Pero como el tema no
resulta fácil, generalmente la cuestión no se profundiza demasiado. Normalmente
se enfocan problemas sociales, económicos, políticos y de seguridad pero no
siempre se los vincula con la educación que los trasciende como un eje
transversal. No se reconoce que la falta de educación y cultura subyace como
condicionante de la realidad que se vive en la cotidianeidad de los pueblos. No
se plantea la educación como una cuestión de política pública fundamental. En estos días, dos manifestaciones de jóvenes
estudiantes, de instituciones educativas privadas, motivaron la preocupación y
los debates en los medios de comunicación, en instituciones educativas, y entre
la gente en general. Los alumnos del último curso de uno de los colegios, no
tuvieron mejor forma de expresar su satisfacción por la finalización de sus
estudios que causando serios daños materiales a su propia institución. Los
estudiantes de otro colegio también con
un historial de prestigio, fueron más lejos. Salieron del recinto de la
institución, organizando un safari en el que los participantes, debían realizar
una serie de actividades puntuables dentro de la competencia y varias de las
pruebas significaban inducción al delito y/o asociación ilícita para delinquir. Las reacciones fueron diversas, casi todas
condenando los hechos, deplorando el nivel de la educación impartida, exigiendo
reparaciones de los daños en lo que se pueda, sin que faltara la amenaza de la
penalización de los jóvenes involucrados. Los comentarios de prensa tampoco se
hicieron esperar. Miguel H. López, señaló: “Nos escandalizamos de lo violento
que se están poniendo nuestros hijos y no nos detenemos a mirar qué estamos
haciendo y qué formación o influencias están recibiendo en los centros de aprendizaje
o en sus entornos” (De los safaris y la responsabilidad, Última Hora, 30 de
octubre del 2014). Por su parte Alcibiades González Delvalle, en su artículo
“Educación e Instrucción” publicado en el Diario ABC, el 5 de octubre del 2014,
menciona al Padre Montero Tirado, quién
asegura que “según autorizados sociólogos
de la educación, el 30% del resultado de la educación se debe a la
familia, el 60% se debe a la sociedad y sólo el 10% a la escuela”. Esta afirmación
se vuelve dramática, teniendo a la familia en crisis y una sociedad hipócrita,
corrupta y violenta. La tremenda distorsión y vaciamiento que proyecta la
sociedad es imposible contrarrestar con la escuela, más aún si tampoco la
escuela está en óptimas condiciones. En los mensajes publicitarios lo irracional se plantea como algo racional,
como por ejemplo la oferta de felicidad y bienestar de algo que daña y produce
cáncer como el fumar. ¿En qué momento y
de qué manera se podrá presentar la idea del bien común como un valor educativo
importante? Lamentablemente la corrupción, la informalidad y la deshonestidad
saturan el paisaje mediático de todos los días, y en estas condiciones ya no
podemos precisar quién deseduca a quién.
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