POBREZA Y POPULISMO.
Cuando los campesinos cierran rutas en reclamo de
condonación de sus deudas porque se sienten paralizados, sin recursos y con
carencias graves en cuanto a salud y alimentación, lo más fácil es recurrir al
calificativo de populismo. Quizás la forma tan generalizada en que plantean sus
demandas no sea la más apropiada y habría que ayudarles a definir y a precisar
sus reclamos, pero lo concreto es que están agobiados por sus necesidades e
imposibilidades de encontrar respuestas. ¿El estado debe dejar morir de hambre
a la gente? ¿Es justo que los niños mueran por falta de atención médica y
medicamentos? Y finalmente, ¿Estamos convencidos de que la gente necesitada
debe aceptar sus carencias vitales sin protestar, sin reclamar, estoicamente y
en silencio? No resultará oportuno entrar en disquisiciones del porqué se llegó
a este estado, o si es justo o razonable el pedido o reclamo de los
necesitados. Hay que encontrar respuesta de manera urgente. El estado debe
contar con recursos y programas adecuados para atender estos reclamos, para eso
necesitará de un plan de política social orientada a superar carencias básicas
de salud, alimentación, vivienda y educación. Debe contar con más recursos y no
puede, porque tiene una carga impositiva que además de ser baja e injusta tiene
un alto índice de evasión. A eso hay que sumar que sus recursos son dilapidados
en un buen porcentaje por robo, desvío y corrupción. El costo de la expulsión y
el desarraigo de los campesinos, asume el estado, sin contrapartida del aporte
impositivo de los productores agrícolas empresariales. Como no hay industrias ni fuente de trabajo
para los agricultores expulsados del campo, necesita desarrollar una política
de arraigo, apoyando y fortaleciendo la agricultura familiar. Los primeros
intentos de su programa denominado “Sembrando oportunidades” otra vez fueron
distorsionados por los intermediarios del entorno político de las gobernaciones
y municipios. En cuanto al Programa de Transferencia Condicionada (PTC) también
es duramente criticado, porque afirman que “transferir a los pobres es
despilfarro y asistencialismo”, y que también este programa es populista. Sin
embargo, Bernardo Kliksberg, en su artículo “Mitos y Realidades” de Página 12,
del 18 de setiembre 2014, sostiene que: “Programas como los de transferencias
condicionadas, nacidos en América Latina, se han convertido en una referencia
internacional y actualmente son reconocidos por el Banco Mundial y el PNUD,
como las experiencias más exitosas en la reducción de la pobreza y la
desigualdad” En los países más avanzados se cuenta con seguro de desocupación y
nadie dice que eso es populismo. No se
puede seguir dilapidando los recursos del país tan impunemente. Más allá de los calificativos, las
necesidades son reales y acuciantes.
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