EL ÁRBOL MÁS ALTO ES EL HOMBRE
Nuestro laureado escritor Premio Cervantes ya desaparecido,
en su mensaje al Parlamento Paraguayo donde entregó la constancia de su premio,
recordó en una parte de su extensa alocución, su condición de campesino y su
compromiso e identificación con sus hermanos del campo. “Prometí en lo hondo de
mí a mis compueblanos que nunca los olvidaría y así, más tarde, pude describir
en mis libros sus vidas, sus trabajos, sus penurias. Por eso – aclara – casi la
totalidad de mi obra está centrada en el mundo campesino, en las vivencias y en
las experiencias de su gente, cosa bastante difícil de expresar en nuestro
castellano paraguayo, que no deja remontar la temperatura interior del habla
oral popular” En otra parte manifestó: “Me acuerdo de que en mi niñez, mi padre
me hacía trepar a un cedro alto, que es el Árbol de la Palabra de los antiguos
guaraníes, como explicaba don León Cadogan. A medida que subía de rama en rama,
yo veía a través de las hojas, cada vez más lejos, más mundos, más cosas. Un
día al bajar – recordaba – mi padre me dijo con su parco hablar de
campesino: No te olvides que el árbol más alto es el hombre, y el que quiere ver y
aprender, debe subir dentro de sí, más alto cada vez”. Más adelante, al
señalar la problemática que representaba la pérdida del idioma propio del que
abandona su tierra y su cultura, recordó: “Cuando salí de Iturbe, hablaba con
cierta corrección el guaraní. Después comenzó mi errancia por el mundo. No
olvidé a mis compueblanos, a mis compatriotas campesinos, pero – como se
quejaba el gran poeta alemán Holderlin – perdí en el extranjero mi lengua
natal. La mutilación más grave que puede sufrir un ser humano en su ser íntimo.
La mutilación de ese Ayvu de ese ñe´e que es como la melodía de nuestro teko ete, de ese nuestro verdadero modo
de ser que nos liga a las raíces esenciales y que va con nosotros y nos
sustenta adonde nuestra suerte quiera arrastrarnos. La pérdida de su lengua
para el paraguayo, es una de sus desgracias mayores” Sentenció. Más adelante, siguiendo con lo que
significaba expresarse en la lengua propia, manifestó: “Ahora estoy de regreso
y debo decir en mal castellano lo que el paraguayo solo puede expresar en
guaraní: Esas verdades hondas que únicamente en guaraní saben tomar forma de
nuestro espíritu, de nuestros sentimientos, de nuestras imágenes interiores en
el vuelo de la palabra oral”. En este fragmento, de su mensaje al Parlamento, el Premio
Cervantes de Literatura 1989, deja constancia de la fuente de su identidad
cultural y el sentido de su compromiso con su pueblo. Augusto Roa Bastos, presentó la constancia
del premio más importante de la lengua española que había ganado, con la decisión
de radicarse de nuevo en su tierra nativa, pletórico de proyectos y de sueños.
No encontró eco suficiente y quizás se llevó consigo a su muerte, la desilusión
de no poder concretar varios de sus
proyectos. En realidad el ya lo había
hecho mucho por el Paraguay, le dotó del
honor y del orgullo de haber prohijado a uno de los más ilustres representantes
de la literatura latinoamericana y universal.
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