Vigilia,
acción de estar despierto y en vela. Pasó 15 años rumiando la injusticia
cometida contra su persona. Es la historia del Comisario Felipe Cañete Rivas. Nació
en Luque pero vivió su infancia y su juventud en la ciudad de Concepción.
Ayudado por su padre, logró ingresar a la Escuela de Policía cuando ésta aún estaba en San
Martín y Mariscal López. Quisieron resabiarlo. Una noche le tiraron por encima
de la muralla con todos sus enseres. Regresó y siguió, egresando con calificaciones
distinguidas. Con la caída de la dictadura y con los atisbos primaverales de la
ciudadanía, como joven oficial de Policía también se sintió esperanzado en los
cambios de los nuevos vientos. Tenía guardada una rebeldía latente. La ocasión
de sentirse herido llegó muy pronto. Se había organizado la “marcha del
silencio” coincidente con las protestas de los campesinos de Juan de Mena y
Cleto Romero. En un momento dado frente a la Catedral en las plazas
colindantes, los manifestantes fueron
agredidos ferozmente por perros amaestrados que se suponía eran de la policía.
Las principales autoridades callaron. Era entonces Comandante de la Policía de la Capital el General
Francisco Sánchez y Ministro del
Interior el General Orlando Machuca Vargas. Al entonces Subcomisario Felipe
Cañete Rivas, le dolió que la institución policial quedara con tal descrédito
ante toda la ciudadanía. Sabía que los perros eran de la remonta militar y que
esa noche fueron conducidos por militares vestidos de civil. Cometió la osadía de denunciar en un
comunicado a la prensa de que los perros no eran de la policía. Corría el mes
de junio de 1989. Le apresaron y le mantuvieron incomunicado por 11 días. Ante
la presión de la prensa que se hizo eco de su situación, le sacaron en libertad
pero le dieron de baja por mala conducta. Le sacaron el sueldo y le confiscaron
sus aportes jubilatorios a pesar de que ya tenía derecho a una jubilación
proporcional. Durante 15 años no le dieron nada, ni el saludo. Padre de 6 hijos, tuvo que trabajar duro en la
herrería para sostener a su familia. Fue destituído sin sumario previo víctima
de una absoluta arbitrariedad. Finalmente le reincorporaron por poco tiempo y
le dieron la jubilación antes de ascender
a la jerarquía superior que le correspondía. Quedan pendientes sus
salarios caídos durante 15 años y todos los perjuicios ocasionados por su
destitución arbitraria. Su demanda al Estado Paraguayo está en proceso. Ninguna
suma resarcirá suficientemente los daños causados a su persona y a su familia
por la injusta determinación de la que ha sido víctima. Finalmente es
importante resaltar el significado de su lucha personal en favor de las
reivindicaciones de la institución policial.
Después de mucho tiempo se consiguió que la policía nacional sea comandada
por un oficial superior de la propia policía. Quedan pendientes algunos
reclamos como el seguro de vida para todos los policías y el derecho a una
vivienda digna. El Comisario Felipe Cañete Rivas, nunca declinó en su lucha.
Nunca perdió su jovialidad y su esperanza. Sabe que la reivindicación de la
dignidad de la institución policial sigue siendo una asignatura pendiente. Pero
sabe también, que si hay justicia, las
vigilias de los que sufren las injustas persecuciones en este país, ya no serán
tan duras y tan largas.
MORIR EN LA PAVADA. Este cuento utilizó el sacerdote en su homilía de este domingo. No citó ninguna fuente pero me pareció interesante como tema de reflexión y heme aquí intentando recordar los detalles del mismo. Un hombre que vivía cerca de una montaña había encontrado en la parte más alta de la misma un huevo. Este era más grande que el de la gallina, y más pequeño que el del avestruz. No podía serlo porque cómo harían la gallina y el avestruz para subirse hasta la cima, pensó. Lo trajo a su casa y como estaba empollando una pava lo puso en su nido. Nacieron las pavitas y entre ellas había una que parecía más grande y con algunos rasgos y pelos diferentes. Mamá pava cuidaba de todas ellas. Las pavitas crecían comiendo lombrices y frutitas silvestres. Cuando ya estaban crecidos los pavos, el granjero se dio cuenta que aquel huevo que trajo de la montaña era el de un cóndor. Sin embargo este pavo- cóndor seguía comportándose como los otros pavos. Un día que éste vio pasar un cón
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