Hablamos
aquí de la esperanza de conseguir algo, esperanza de ser alguien. Sentir que
los demás esperan de nuestra parte una actitud determinada o un determinado
comportamiento, puede significar una motivación importante para la vida. Si
nada se espera de una persona es probable que ella termine adaptándose a esa
expectativa, o por el contrario, si a uno o a una se le alienta, se le destaca
sus cualidades, el resultado final puede ser positivo. Esta afirmación está
avalada por experiencias pedagógicas llevadas a la práctica. A un grupo de
alumnos de un mismo promedio general, con condiciones sociales y culturales
similares se procede a dividir en dos subgrupos en aulas diferentes y con
procedimientos diferentes. A los integrantes
de uno de los subgrupos se les trata de lo peor. El trato para ellos es
de mediocres, haraganes, ustedes no van a aprender, no van a ser nada, van a
fracasar. Mientras que al otro subgrupo, el trato es diferente. Se les alienta
a sus integrantes, se les anima, se les hace sentir importantes. Al evaluar sus rendimientos, sobre las mismas
materias, se llegó a constatar un nivel muy superior de parte del subgrupo que
fuera tratado con expectativa positiva y alentadora.
Esta
lección puede tener una significativa importancia para los padres y para los
docentes. Una primera conclusión: el maltrato no es edificante, no ayuda a
forjar una personalidad equilibrada, no ayuda a desarrollar los valores de la
autonomía y la libertad. Es importante resaltar también que otro de los errores
que se comete es la comparación, el trato comparativo. La mayor de las veces
los padres no disimulan que tienen a sus predilectos y se dan las comparaciones
odiosas. Tú no eres como fulano o fulana. Eres irresponsable y haragán o haragana.
No cumples tus tareas, etcétera, etcétera. Cuando se trata de dos hermanos o
hermanas, con estos tratamientos se puede perjudicar a ambos: Se daña
enormemente la autoestima de la parte más débil y se exalta exageradamente a la
de la parte privilegiada.
Pero a
nivel de la sociedad este trato diferenciado puede ser reflejo de una injusta discriminación.
Cuántas veces hemos escuchado expresiones vilipendiosas como “los campesinos
son haraganes”, los “indígenas no quieren trabajar” o “los jóvenes son todos unos
borrachos” Es la traición del subconsciente. A menudo nos colocamos por encima
de los demás y lanzamos calificaciones humillantes y destructivas, que en vez
de unirnos y edificar, nos dividen y envilecen. Todos estamos llamados a ser
educadores de la vida. Estamos llamados a alentar y generar esperanzas. El país
que queremos construir con justicia y dignidad requiere más que nunca de la
expectativa de unidad y de confianza en la tarea que cumple cada uno de
nuestros compatriotas. La verdadera obra final, no será el aporte de ningún
iluminado en particular, sino la realizada por
todos los paraguayos y las paraguayas,
en unión y libertad.
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