GOBIERNO
QUE NO GOBIERNA
Gobernar un
país es normalmente un acto complicado. No sólo depende de las buenas
intenciones que son enunciadas con fervor y euforia en las campañas
proselitistas. En gran medida depende de las condiciones generales existentes,
del nivel y conciencia de las organizaciones ciudadanas, de los valores cívicos
imperantes, del grado de fortaleza de la
institucionalidad, del nivel desarrollo económico y humano y del contexto
geopolítico que incide en las relaciones bilaterales y multilaterales del país.
Cuando
alguna vez le preguntaron a Emil Pierre Salinger, periodista y escritor
norteamericano, Secretario de Prensa del Presidente Kennedy, cuál era la
diferencia entre Kennedy y Lyndon B Johnson su ex Vicepresidente que le sucedió
a su muerte, contestó cuanto sigue: Kennedy
gobierna para hacer, Johnson hace para gobernar. Simple y contundente. Mientras uno utiliza el cargo para emprender
acciones e iniciativas tendientes a generar el mejoramiento del país, el otro,
todo lo que hace es para mantenerse en el poder.
Hay que
considerar además que el hacer desde un gobierno puede depender, además de la
buena intención y voluntad, en gran
medida de la capacidad de gestión del gobernante, de su visión respecto a los
objetivos trazados y finalmente de que le dejen hacer. ¿Cómo se presentan las
perspectivas del Presidente Horacio Cartes? En un principio todo parecía muy
favorable a su gestión. Amplia votación en su elección, mayoría parlamentaria
absoluta en Diputados y 19 senadores de los 23 necesarios para la aprobación de
las leyes que proponga en el Senado. Los primeros tropiezos muy pronto
comenzaron a menguar su optimismo. Su
Gabinete técnico fue muy resistido por sus propios partidarios que se sintieron
desplazados de puestos claves del gobierno.
Las
demandas de cargos de los llamados seccionaleros fueron insistentes llegando
incluso a la amenaza de crucifixión. El Presidente comenzó a ceder con
nombramientos de políticos colorados en las binacionales. Entregó Copaco,
Conatel, Indert, Correo, y otras dependencias importantes. Aún así no ha dado
plena satisfacción. En su Ley de Responsabilidad Fiscal tuvo que aceptar
modificaciones que desnaturalizan su objetivo principal. Su Ley de Alianza
Pública-Privada tiene enorme resistencia en la Cámara de Diputados donde
el Partido Colorado tiene mayoría absoluta. ¿Hasta cuándo podrá mantener los
ministros técnicos de su gabinete? Una buena pregunta. A 60 días de su gobierno
comienza a enfrentarse a una paradoja: No puede gobernar sin el Partido Colorado,
pero el Partido Colorado no quiere dejarle gobernar. Por lo menos de la manera
que el ha insinuado. La resistencia especialmente proviene de sectores que no
están dispuestos a renunciar a la prebenda y al clientelismo. La lucha contra
la corrupción puede ser muy comprometedora para muchos de sus partidarios.
Incluso en este campo existe todo un pacto de impunidad que representa un
tramado tremendo de complicidad que se extiende a los niveles de municipios y
gobernaciones. Si se ataca el problema de la tierra y de los agronegocios y
agroganaderos, todavía pueden surgir otros inesperados enemigos a cualquier
propuesta de regulación e institucionalización. En conclusión si Horacio Cartes
quiere gobernar para hacer, va a necesitar tener en cuenta a toda la ciudadanía.
Para ello va a requerir de una visión de estadista y de la capacidad de apearse
de cualquier tentación de tono soberbio, como el que ha utilizado en la defensa
de un cuestionado candidato a embajador en las Naciones Unidas. Si finalmente
no puede gobernar para hacer, por lo menos deberá dejar constancia de haberlo
intentado seriamente. De lo contrario
será uno más en esta sucesión de fracasos y decepciones que mantiene a nuestro
país en el atraso y en la incapacidad de discernir y consolidar un proceso auténticamente
democrático.
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