EL COMBATE A LA VIOLENCIA.
Nuestra sociedad está, justificadamente, preocupada por la
ola de violencia que azota nuestro país. Pero el combate a la violencia no es
sencillo. No siempre se trata de acrecentar los organismos de seguridad o de
poner más policías en las calles con más equipamientos y con más tecnología
aplicada. Ante la realidad de más
asaltos de motochorros, asaltos y
atropellos de los hogares, más muertes por accidentes de tránsitos, mayor
agresividad por el alcoholismo y la drogadicción, ataques a mujeres y niños
cada vez más frecuentes y otros tantos atentados contra la vida y los bienes de
las personas, es casi seguro que el combate no se pueda reducir a tener más policías o sacar el ejército a
las calles. El problema es mucho más complejo.
En este punto, recurrimos a Johan Galtung y su “Triángulo de la
Violencia” a través de Wikipedia. Este
autor señala que hay tres tipos de
violencia: 1) La violencia directa 2) La violencia estructural (la peor de las tres) que se centra en el
conjunto de estructuras que no permiten la satisfacción de las necesidades y se
concreta, precisamente, en la negación de las necesidades y 3) La violencia
cultural, la cual crea un marco legitimador de la violencia y se concreta en
actitudes. A menudo – sigue diciendo – las causas de la violencia directa están
relacionadas con situaciones de violencia estructural: Muchas situaciones son
consecuencias de un abuso de poder que recae sobre un grupo oprimido o de una
situación de desigualdad social (económica, sanitaria, racial, etc.) De los
tres tipos de violencia (la directa, estructural y cultural) la directa es
clara y visible por lo que resulta relativamente sencillo detectarla y
combatirla. En cambio la violencia cultural y la violencia estructural son
menos visibles, pues en ellas intervienen más factores, por ello la detección
de su origen como la prevención y el remedio son más complicados. La violencia
estructural está originada por todo un conjunto de estructuras, tanto físicas
como organizativas, que no permitan la satisfacción de las necesidades. Esta es
la peor de las tres violencias, porque es el origen, es la que mata y como es
muy complicado distinguirla, es difícil luchar contra ella. Si en un conflicto,
sistemáticamente, una parte sale ganando a costa de la otra, esto ya no es un
conflicto sino violencia estructural. El
autor de referencia habla de un triángulo de la violencia, porque una violencia
directa, puede tener como causa una violencia estructural o cultural. Aquí
surgen interesantes preguntas: ¿Hasta qué punto los actos violentos, los actos
de la violencia directa, tiene su causa en las violencias estructurales y
culturales? ¿Cómo se puede combatir la drogadicción si nunca se detiene y se
condena a los proveedores al por mayor, que en la práctica tienen protección
policial o están asociados con altos dirigentes políticos? ¿Cómo se puede pedir
a la gente, a los jóvenes, que sean honestos si ven todos los días que se roba
los bienes públicos a través de una generalizada corrupción? ¿Cómo impedir que
la gente no se arme y proceda a la justicia propia si el poder judicial y
policial no funciona? ¿Cómo pedir a los jóvenes que respeten a los demás y que
se alejen del alcoholismo y las drogas, si todos los días son agredidos por la
violencia cultural que se predica a través de los medios de comunicación? En
conclusión el combate a la violencia no pasa solamente por la represión, es un
problema social, moral y cultural. Es necesario entender que no disminuirá la
violencia directa, mientras sigamos teniendo pobreza y grave desigualdad,
mientras impere un sistema corrupto en la política, mientras no se respete el
derecho y la dignidad de las personas.
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