UN PISOTÓN DE LA DIGNIDAD
A un amigo mío de nacionalidad brasileña que nunca vivió en
la zona de frontera con nuestro país, le encantaba algunos chistes referentes a
sus paisanos. Uno de ellos hablaba de un monumento construido por sus
compatriotas con esta leyenda: “Aquí yacen veinte heroicos soldados brasileños
muertos por un cobarde soldado paraguayo” Pero este otro todavía le encantaba
más. “Hay que tener cuidado con los brasileños que te visitan. Si lo hacen dos
o tres veces, ya pueden intentar levantar una bandera y declarar tu casa como parte
de su propio territorio” Al amigo aquel le parecía un chiste bueno y se reía a
carcajadas. En estos días estuve recordándole. Porque aquello que se parecía a
un chiste se tornó dolorosamente dramático. Por el solo hecho de incluir en la
agenda del Senado de la Nación el tratamiento de la creación de un impuesto a
la exportación de granos al natural, especialmente de la soja, los productores
brasileños y brasiguayos, movilizaron sus tractores y grandes camiones en el
sur del país, amenazando con el “Tractorazo” afirmando que no iban a permitir
en ningún caso que se apruebe el mencionado impuesto. En realidad exigían que
ni siquiera se estudie esa posibilidad y que la propuesta sea archivada. Amenazaron
incluso que, si no se paraba con el tema, avanzarían hasta la capital del país
con toda la consecuencia que aquello pueda implicar. Pero no se contentaron con
la amenaza y la demostración de fuerza y poderío, llegaron incluso a ofender a
nuestro país. Desfilaron por las rutas del sur enarbolando en sus maquinarias
la bandera del Brasil y la bandera paraguaya puesta a propósito con los colores
de sus franjas al revés. Al parecer se tomaron muy en serio aquello de que
“Usen y abusen del país” expresado por nuestro actual mandatario. Alevosamente
se publicó en esos días un mapa donde casi la totalidad de la región oriental
de nuestra geografía figuraba como parte del Brasil. Con esos actos nos dijeron,
que ellos son los que mandan y que tienen
suficiente fuerza hasta para poder humillarnos, pisoteando nuestra dignidad como nación. Pero esta humillación no es puntual ni
fortuita. Hace rato vienen invadiendo
tierras de colonos paraguayos y de comunidades indígenas, usando a las fuerzas
policiales con la connivencia de jueces y fiscales, en algunos casos y en
otros, actuando con sus guardias privados, arrasando viviendas, escuelas y
hasta capillas, como ha ocurrido
recientemente en la colonia Guahory en el Departamento de Caaguazú. En ese
lugar tomaron la escuela construida por los colonos para enviar a sus escolares
brasiguayos para el desarrollo de clases a cargo de un docente paraguayo pagado
por el Ministerio de Educación mediando de por medio la prohibición del uso del
idioma guaraní. Los hijos de los
agricultores paraguayos, por su parte, acuden
a otras escuelas de lugares más lejanos o dejan de concurrir como está
ocurriendo, según denuncian los vecinos del lugar, por el miedo que se ha
apoderado de los mismos. ¿Qué está pasando en el país? ¿Las leyes han dejado de
tener vigencia con respecto a la tenencia y la ocupación de la tierra? Creemos que
nuestro país no se merece esta humillación de parte de quienes siempre tuvieron
un trato amistoso y de buena vecindad. Lo grave es que detrás de los verdaderos
agricultores y empresarios del Brasil, también han incursionado los capos
mafiosos, que están convirtiendo a
nuestro país en una tierra de “ninguéin” tierra de nadie. Todas estas
consideraciones nos conducen a preguntarnos: ¿Hasta qué punto esta fuerza
empresarial incide en la vida política nacional, en la elección de los miembros
del Congreso, de los Señores Magistrados y del propio Presidente de la
República? ¿Será que debido a esta incidencia es que se resiste tanto la
aprobación de las leyes de financiación político y el desbloqueo de listas
sábanas? Finalmente hay que tener también cuidado con los medios de comunicación,
que pueden inducirnos a debates de temas de distracción que, en general, no
tienen nada que ver con los problemas que verdaderamente interesan al país. Auguramos
que con el resto de dignidad que todavía nos quede, sepamos encontrar la fuerza
y la inteligencia necesaria para salvaguardar a nuestra nación de todo intento
de humillación.
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