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EL ZURDISMO COMO PRETEXTO

EL ZURDISMO COMO PRETEXTO

Debemos convenir que la única garantía para superar las dificultades  y obstáculos que padece nuestro país es la participación organizada de la ciudadanía honesta en el quehacer político nacional. Se requiere una ciudadanía formada e informada, cada vez más capacitada para entender lo que realmente ocurre en nuestra sociedad que le permita tomar posiciones y generar y compartir una opinión pública influyente y perseverante. Este propósito nunca será tarea fácil porque el ambiente político siempre está contaminado con mentiras y medias verdades, con slogan y discursos políticos, con calificativos y descalificativos, con “figuretismo” interesado, con una prensa que especula con todo eso y vende campaña de imagen para los interesados e interesadas en pagar el precio convenido. La confusión también es una mercancía.  ¿Cómo manejarnos en medio de este caos mediático? Tampoco hay fórmula mágica. Pero será interesante estar abierto para dialogar, guiarse por los pensadores que a nuestro parecer merecen confianza y estar siempre dispuesto a la participación del quehacer ciudadano. Hoy por hoy la gente ya no se calla, reclama, denuncia y protesta. Es uno de los signos de nuestro tiempo políticoExige cada vez más a sus representantes, y no sería extraño que en la primera reforma que se haga de la Constitución Nacional, también se incorpore el principio de la revocatoria de mandato. La propuesta para nuestro diálogo en esta ocasión es un poco el tema de la derecha y de la izquierda política, muy debatido últimamente  a raíz de las confrontadas opiniones en torno al juicio por la masacre de Curuguaty, emblemático caso que costó la vida a 17 personas, entre policías y campesinos, y la destitución de un presidente constitucional de la República. Un sector de la ciudadanía denunció la injusticia de la condena a 11 campesinos por considerar que las pruebas presentadas por los fiscales carecían de validez suficiente y que todo  el proceso adoleció de serias irregularidades. La reacción contraria no se hizo esperar. “Como pocas veces, los presidentes de los principales gremios empresariales del país dieron una conferencia de prensa conjunta en la que expresaron su apoyo al fallo judicial que condenó a los campesinos por la matanza de Curuguaty” (Diario Última Hora, 16 de julio de 2016). Además denunciaron indicios de desestabilización, pretensión de instalar lucha de clases,  de que las manifestaciones fueron un circo, y finalmente, dijeron que era increíble, que el propio Intendente Municipal de Asunción haya acompañado a la marcha ciudadana de protesta. En todas estas descalificaciones el “zurdismo” fue utilizado como pretexto. El uso de este descalificativo es general, lo aplican a obispos y sacerdotes, a intelectuales, a periodistas y políticos, a dirigentes campesinos e indígenas y en general a todos los que pretendan a criticar el estado de cosas que ellos consideran normal. Lo asocian a bolches, a luchas de clases, a violencia con la ventaja de las- todavía recordadas-  intensas  campañas realizadas por la dictadura que sigue teniendo numerosos adeptos en nuestra sociedad.  Para intentar desentrañar este mito descalificativo, recurrimos al diccionario, a Wikipedia, que nos dice que la izquierda política puede ser reconocida como la posición política que tiene como punto central la defensa de la igualdad social. Opta por los pobres, se indigna ante la exclusión social y rechaza toda forma de injusticia.  La izquierda democrática reformista es la que propugna las elecciones libres, sin coacción sobre el votante, y con resultados presentados de manera transparente.  Propugna las reformas progresivas a cargo de la acción parlamentaria con amplio consenso de los sectores sociales. Es el tipo de izquierda predominante en los sistemas democráticos del siglo XXI.  En cuanto a la derecha política señala que la misma considera las diferencias sociales como algo inevitable, normal y natural. Hay que agregar que la derecha política es generalmente capitalista, su fin principal es ganar dinero a cualquier precio y condiciones,  sin importar demasiado las leyes, el medio ambiente,  o los pobres o indígenas, a quienes, realmente  los desprecian porque dicen que son vagos, no trabajan y crean dificultades para la expansión de sus negocios.  Expulsan a los campesinos de sus tierras, los convierten en pobres extremos y al mismo tiempo se oponen a que el Estado les ayude o subsidie. La izquierda democrática defiende a las empresas y a la propiedad privada. No está en contra de la soja ni la ganadería. Está en contra de los abusos y atropellos a las comunidades campesinas e indígenas, contra la compra ilegal de “derecheras” sin ser beneficiarios de las reforma agraria, en contra de la apropiación de tierras del estado por vía de la ocupación y el alambramiento de tierras fiscales, sin declarar y sin pagar por esas tierras, incurriendo en actos equivalentes o peor que las invasiones de los campesinos, pero los empresarios agropecuarios no son expulsados porque los jueces no dictaminan contra ellos o porque  arguyen que son propietarios con títulos falsificados.  Por eso se oponen al catastro inmobiliario del país, porque podrán quedar al descubierto las dimensiones reales de los terrenos fiscales ocupados o la falsedad de sus títulos inmobiliarios, que hacen que tengamos un país de dos pisos. La izquierda democrática sostiene que aquellos que más ganan deben pagar mayor impuesto porque el Estado tiene que atender la inversión social dentro de un sistema tributario justo. Contra esta postura está la derecha política capitalista. No es un problema ideológico propiamente dicho, es un problema de intereses. La derecha política en el Paraguay no tiene partido político, utiliza a los partidos políticos y se aprovecha de la corrupción de las instituciones para defender sus intereses. Los partidos políticos en el Paraguay, desde el punto de vista de sus doctrinas y principios, todos son de la izquierda democrática, con pocos matices de diferencia. Los partidos tradicionales, el liberal y el colorado en sus principios están en contra de la injusticia de las desigualdades sociales. Es necesario entender esto, para discernir quiénes son los verdaderos opositores de la justicia social en nuestro país. El problema de fondo desborda los límites de los partidos políticos. Los adversarios son los que defienden a esta derecha política capitalista abusiva y dominante, que no quiere que nadie se oponga a sus designios, que no acepta control ni barreras, que considera a los impuestos como una confiscación, capaz de jugarse por defender un juicio aberrante como el de Curuguaty dentro de un sistema judicial catalogado como uno de los peores del planeta, que no dudará- incluso - en pactar con la mafia en defensa de sus intereses.  La empatía del gobierno actual con la derecha política capitalista, puede ser considerada un serio indicio del retorno del autoritarismo.  Hay que intentar entender esta realidad tan dura y tan dramática para impedir que seamos utilizados como idiotas útiles, para adoptar una postura política coherente, para ser partícipe de una acción relevante de una ciudadanía honesta y responsable, dispuesta a cambiar verdaderamente la historia del país. 

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