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DEPORTE Y RECONCILIACIÓN

DEPORTE Y RECONCILIACIÓN.


Concepción es puerto de una bella región mesopotámica. Se afinca sobre el Río Paraguay en medio de otros dos ríos el Ypané y el Aquidabán que desembocan a pocos kilómetros de la capital departamental. Se le asignó desde su fundación la responsabilidad de ser signo de conquista y de baluarte de defensa ante la constante amenaza de los bandeirantes.  Por su historial y su trayectoria es una ciudad única en el país. Cumplió a cabalidad su destino. Nunca pudo ser doblegada aun en los peores avatares que les tocó vivir a sus habitantes. Su gente, digna y sencilla. Por sobre todo hospitalaria. El concepcionero es orgulloso de su tierra. Estos pensamientos me surgen en este momento con motivo de una invitación para un recordatorio de sus glorias deportivas que por motivos especiales me veo obligado a declinar. Es decir no estaré físicamente pero sí en el recuerdo, en la rememoración a distancia de esos laudos deportivos que fueron muy importantes en su momento para la reafirmación de su autoestima y también como hitos importantes de su reconciliación espiritual. Un grupo de amigos y compañeros preparan el agasajo a los campeones nacionales de Interligas, algunos ya desaparecidos, otros todavía fuertes y optimistas henchidos de orgullo y satisfacción. La historia de la ciudad está asociada muy connotadamente a esas conquistas deportivas. Intentaré resumir la razón de esta afirmación. La ciudadanía concepcionera se vio fuertemente impactada por la tragedia de la revolución de 1947. La persecución y la revancha dejaron huellas muy profundas en el relacionamiento de su gente. El tiempo de la proclama revolucionaria cuya vigencia duró por algunos meses, tuvo su contrapartida en la revancha y reconquista de la ciudad por las fuerzas gubernistas. Familias enteras quedaron divididas y enemistadas. Se vivió entonces un tiempo de silencio y de resentimientos. Un tiempo de diásporas de numerosas familias que abandonaron la ciudad. El ejemplo de señorío e hidalguía que por suerte contaba la ciudad, permitió que poco a poco amainara los efectos del aire enrarecido de la desconfianza. Y en ese clima el deporte, en especial el fútbol fue fundamental. Los torneos locales y los campeonatos nacionales volvieron a unir esfuerzos y a estrechar los vínculos de los verdaderos deportistas por encima de toda bandería y resentimientos. En dos ocasiones, en 1951 y 1953 la selección concepcionera llegó al vice-campeonato y por fin el anhelado título nacional se logró en el torneo de Interligas de 1967 y dos años después se confirmó con el bicampeonato.  Es posible que las generaciones del presente desconozcan esta historia. Pero eso no quita un ápice al mérito de los bicampeones nacionales. Ojala se escriba la historia ahora que todavía se cuenta con el valioso testimonio de los protagonistas. Que se rescate para la memoria sus glorias deportivas que también conforman y enriquecen el espíritu y el alma de una ciudad que jamás fue doblegada. Un abrazo grande desde la distancia. Loor y gloria a los magníficos bicampeones nacionales. 

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