SOBERANÍA Y
DIGNIDAD.
En las dos
guerras que registra nuestra historia nuestros soldados fueron dignos y
soberanos, pero en la paz nos cuesta hablar de soberanía y defender la
dignidad. Es casi seguro que en el fondo subyace un problema cultural. Fuimos colonizados
y en gran medida nuestros antepasados aborígenes rindieron pleitesía a nuestros
colonizadores. No todos indudablemente. Los karaí (los señores) llegados de
afuera nos impusieron sus normas y nos sojuzgaron. Nuestros antepasados sentían
un gran respeto por el Mburuvichá o jefe.
En ese sentido debemos reconocer que las mujeres indígenas son las que
defendieron la cultura y el idioma guaraní. En general el autoestima del
paraguayo es muy bajo. Por mucho tiempo se consideraba y de alguna manera se sigue
considerando de mejor calidad los artículos importados. A lo largo de nuestra
frontera se imponen la lengua y la moneda del país extranjero. Recuerdo una
anécdota muy descriptiva. Hace algunos años, en un viaje desde Pedro Juan
Caballero a Concepción quisimos comprar una botella de caña Aristócrata, una
marca de aguardiente muy conocida en el país, en un almacén de Yby Yaú,
localidad que dista de la frontera más de 100 kilómetros , y el
despensero, paraguayo, no nos quiso vender porque no teníamos moneda brasileña.
Le dijimos que íbamos a pagar más de lo que equivalga el valor de cambio, y no
aceptó la venta.
No hace
falta que les invitemos a los hermanos brasileños a que abusen del país, todo
el tiempo han abusado. Acaparan tierra, compran ilegalmente derecheras,
explotan parques nacionales. En el norte y en el Chaco tienen estancias a las
que nadie, ni siquiera las autoridades, pueden acceder. Alambran terrenos
fiscales y clausuran los caminos. Siguen comportándose como los bandeirantes de
siempre violando nuestra soberanía y humillando nuestra dignidad. Ellos
protegen sus bosques y llevan maderas de
Paraguay. Hay que tener cuidado con la invitación a que inviertan en el país.
Hace rato que el propio gobierno brasileño ayuda a sus connacionales a comprar
tierras y a instalarse en el Paraguay. El Brasil es un país desarrollado y
necesitamos de sus inversiones industriales, pero en condiciones de respeto a
nuestras leyes, y no sobre la base de la explotación que aplican en el régimen
de la maquila.
Pero la
afrenta no proviene solamente de los bandeirantes. También nos agreden
migrantes de otras nacionalidades como
es el caso de los coreanos. No cumplen las leyes y pagan una miseria a los
compatriotas que contratan. Y según una denuncia de prensa, últimamente, en un
shoping coreano de Ciudad del Este, han prohibido al personal paraguayo que
hable en guaraní dentro de la empresa.
Es cierto,
es tiempo de cooperación y de integración. Pero no a cualquier precio. Nuestra
soberanía y nuestra dignidad son y deben ser siempre absolutamente
innegociables.
Comentarios
Publicar un comentario