EL
VISCACHERO.
La Viscacha, según el diccionario Larousse
Universal, es un roedor de color gris
oscuro y vientre blanco, de costumbres nocturnas, que habitan en grandes
madrigueras y en grupos muy numerosos. Es un roedor que cuando ataca no deja
nada. Se comen hasta las migajas. Si bien el mismo diccionario utiliza la
palabra “vischachera” para referirse a la madriguera de estos animales, en el
uso popular en nuestro país, viscachero o viscachera, se aplica a los
ladrones o las ladronas de poca monta,
casi de manera despectiva. No atacan, más bien son descuidistas. Cuando se
trata de gente muy necesitada a menudo la reacción de las víctimas es de cierta
conmiseración, pero es fuertemente condenados y condenables los actos de
viscachería cometidos por personas que no necesitan y que por lo tanto están
movidas por angurria. Es el caso de cierto diputado nacional, actualmente
imputado por la investigación fiscal que habría cargado al Congreso, y a la
nación por lo tanto, los sueldos de tres personas que prestan servicios en su
granja particular. Pero aparte de cargar
los salarios al Congreso y al Estado, de estos personales particulares, conforme
a las denuncias, todavía estaría quedándose con una parte de los salarios de
los mismos. De confirmarse esto se trataría de un caso de angurria, de
vizcachería, imperdonable para el legislador en cuestión, que tiene buen
salario e importantes bienes personales.
Otro caso
de angurria, viscachería y defraudación acaba de publicarse con este título:
“Suboficial es imputado por robar la pensión de anciano”, (Ultima Hora, pág.
54, 14 de febrero 2014). El victimario
no está en los niveles de autosuficiencia como en el caso anterior, pero por el rol que desempeña, y por las
condiciones en que se da la situación de defraudación, el hecho es igualmente
doloroso y miserable. Un señor de 74 años se acerca a un cajero automático del
Banco Nacional de Fomento, en Ciudad del Este, con el propósito de cobrar el
importe de su exigua pensión. Como tiene dudas en el manejo de la tarjeta mira
alrededor y ve al policía encargado de custodiar el Cajero, a quién acude para
pedirle auxilio. El suboficial, aceptó naturalmente el pedido, toma la tarjeta
y acude al cajero, de donde extrae 700 mil guaraníes, suma que se guarda en el
bolsillo, y vuelve a introducir la tarjeta solicitando el comprobante de saldo,
que quedó reducido a 128 mil guaraníes, lo imprime y le entrega al anciano que
le había pedido la ayuda diciéndole que ese era su saldo disponible. Pero para
ser un policía, fue bastante tonto. Ante la denuncia de la víctima, se acudió a
la cámara del circuito cerrado del banco, confirmándose el proceso de
extracción y el hurto.
Hechos
lamentables que denigran dolorosamente la condición humana.
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