EL PECADO
DE JEJUÍ.
El Jejuí es
un río importante que riega gran parte de la región oriental del país y
desemboca en el Río Paraguay como uno de sus principales afluentes. Pero en
esta ocasión no nos referimos a ese río sino a la colonia “San Isidro del Jejuí”
distrito de Lima, Departamento de San Pedro,
fundada 39 años atrás por miembros de las Ligas Agrarias Campesinas. La
colonia se organizó como una tierra común y autónoma, comunitaria y asociativa,
conformada por unas 300 familias que cultivaban sus chacras, que costeaban los
gastos de una escuelita y el pago de las cuotas de la finca. Subsistían
dignamente. Habían terminado de pagar por sus tierras. Esta experiencia de vida
era intolerable para el régimen dictatorial de Alfredo Stroessner. La represión
fue terrible. El ataque a la comunidad se inició el 8 de febrero de 1975. El
lugar fue sitiado durante 3 meses con detención, torturas, muertes y
apresamiento de los colonos. El sitio fue desmantelado y las tierras pasaron a
manos de personeros allegados a la dictadura. Los colonos fueron apresados y dispersados,
pero no desapareció el espíritu de la comunidad y la lucha por la recuperación
de la tierra continuó con dificultades pero sin pausa. Hasta que finalmente la
finca fue recuperada y reconocida por el INDERT (Instituto de Desarrollo Rural
y de la Tierra )
a favor de las víctimas y sus herederos. No totalmente pero en gran parte,
constituyéndose en uno de los casos simbólicos de la recuperación de tierras
malhabidas. 39 años de lucha había tenido su éxito. La Dirección de Verdad,
Justicia y Reparación de la
Defensoría del Pueblo declaró el lugar como “Sitio Histórico
y de Conciencia”. El acto de descubrimiento de la placa recordatoria, significó
un encuentro emotivo entre las víctimas y familiares de las víctimas, entre las
que se cuenta al Padre Braulio Maciel, herido en aquel asalto con dos balas en
la pierna que no fueron extraídas, quién
manifestó emocionado que “hoy vuelven a soñar con una comunidad unida en Cristo
con trabajo y libertad”. (ABC, pág. 15, 9 de febrero) ¿Cuál el pecado de la
colonia Jejuí? La propiedad era
comunitaria, trabajaban y se capacitaban juntos, atendían sus necesidades de
manera comunitaria, en la escuela que tenían los niños aprendían a partir de
sus realidades de vida. Eso era bolche para ese tiempo y para muchos, también
para este tiempo. Existe todo un sistema de empobrecimiento y atraso que se
aplica a la población campesina. Las fincas son rectangulares y las viviendas
están separadas por cien, doscientos y hasta cuatrocientos metros de distancia
unas de otras. Nunca se prestó atención a la propuesta de que las fincas sean
fracciones de un círculo o semicírculo que desemboquen hacia un centro
comunitario, donde se puede atender todos los servicios básicos, centro de compras
y de ventas e incluso de servicios de entretenimientos. Organizar las compras y
las ventas de manera comunitaria o cooperativa nunca estuvo en la mente de los
diseñadores y administradores de colonias. Intentar trabajar en cooperación y
solidaridad ha sido el pecado capital de los colonos de Jejuí. Los pequeños
agricultores antes que arraigarse y consolidarse deben seguir aislados,
empobrecidos y de fácil dispersión. Ese es el modelo que lastimosamente tenemos
instalado en el país a contramano de la reforma agraria integral que reclaman
en forma reiterada e infructuosa nuestros hermanos campesinos.
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