ZAQUEOS INCONVERSOS
El
Evangelio de San Lucas nos presenta a Zaqueo. Era el jefe de los recaudadores
de impuestos de su comunidad. Artero y abusivo. Se había enriquecido robándole
a la gente. Odiado y miserable. Los recaudadores podían recargar los impuestos de
los romanos y con las diferencias compensaban su trabajo. No tenían límites
para ello y ahí radicaba la fuente de sus arbitrariedades. El evangelista nos cuenta del deseo que tuvo
nuestro personaje por conocer al Nazareno cuya fama se acrecentaba cada vez más
en aquellos parajes bíblicos. Como era bajo de estatura tuvo que subir a un
árbol. Al ser visto recibió la noticia de que sería visitado en su casa. El
resto ya se sabe. En la alegría de su conversión prometió entregar a los pobres
el cincuenta por ciento de todos sus bienes y reponer los daños causados
compensando hasta cuatro veces más a sus víctimas.
Y por
nuestro lado ¿cómo andan nuestros Zaqueos? Escandaloso el contraste.
Escandaloso pero no sorprendente, es habitual. Un verdadero festín de los
bienes públicos a favor de familiares y allegados de parlamentarios y políticos
contrastando con grandes y graves necesidades de la población. Salarios impagos
y programas sociales recortados.
Problemas en salud y educación. Tráficos de influencias. Manipulación de
procesos judiciales. La lista es extensa y reiterativa.
Pero… ¿Hay
alguna posibilidad de conversión? El panorama se presenta desalentador.
Culpan a la
prensa de las publicaciones. Amenazan a los fiscales y al responsable de la Secretaría de la Función Pública. La ciudadanía
se mantiene indiferente. Todo apunta a que el festín seguirá adelante. “Esta es
una práctica que viene de antaño”. “Esto no cambiará hasta que no esté vigente
una nueva ética política” opinan algunos entendidos. Es decir nuestros
saqueadores son inconfesos e inconversos y no hay ninguna posibilidad de que
cambien. Justamente el verdadero problema es que no existan iniciativas frente a esta contingencia. Se
necesita crear las normas legales y reglamentarias que pongan freno al
nepotismo. Que impidan el ingreso de familias completas en la función pública
sin ningún requerimiento de conocimientos y aptitudes que exijan los cargos a
desempeñar. O simplemente figuren en las planillas sin cumplir con la
asistencia horaria. O que de tres o cuatro instituciones terminen comisionados
o comisionadas a una misma institución. ¿Pero quién o quienes dictaminarán esas
normas? Estamos perdiendo el respeto a nosotros mismos. Estamos carcomiendo
la legitimidad de nuestras instituciones
republicanas. Y lo que es peor, siguiendo así, hasta corremos el riesgo de
perder el sueño de la esperanza y del cambio.
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