La
violencia y la inseguridad siempre serán preocupantes. Lo grave es que detrás
de la violencia y la inseguridad hay causas, hay rostros o caras y hay dolor y
resentimientos que dificultan mirarlas de frente para desentrañarlas y
enfrentarlas con alguna racionalidad.
En primer lugar
podríamos hablar de la violencia estructural. Un sistema injusto que discrimina
y empobrece, que acapara los bienes y roba al estado sus recursos, y termina
arrojando a los basurales a miles de personas sin alimentos, sin salud y sin
viviendas, es terriblemente violento. El Papa Francisco acaba de expresar
claramente que un sistema económico con estas características, realmente mata.
En esta faceta podemos encontrar a políticos y empresarios que acaparan, a
policías que roban y asaltan, a jueces y magistrados que dictaminan a favor de
la impunidad y como consecuencia a gente que se siente tentada o impelida a
delinquir para sobrevivir. Es cierto, en ningún caso la violencia se justifica,
pero no se puede mirar solo el último acto, sin analizar la relación
causa-efecto.
La serie de informaciones de todos los días
nos atosigan: “Asaltan a una empresaria en Encarnación a media mañana y le
roban 200 millones de guaraníes”, “un grupo de altos jefes policiales que
robaron al ladrón de la firma Prosegur será sometido a juicio oral”, “hieren a
dos campesinos que intentaron impedir que en la fumigación de sojales se viole
normas mínimas de seguridad",“los empresarios son los principales responsables
de la evasión de impuestos y el contrabando”…
Otra
información se refiere a la detención en una lujosa estancia ubicada en la zona
de Yby Yau, Departamento de Concepción, zona del autodenominado EPP (Ejército
del Pueblo Paraguayo) de un tal Gilmar Ribeiro, alias “Indio” con dos órdenes
de captura internacional y posible autor moral de la muerte de un policía en
nuestro país. En la estancia funcionaba un laboratorio de procesamiento de
drogas y se estima que no podría operar con tanta impunidad si no contara con
la protección de policías o de otras autoridades. Este hecho confirma las
denuncias de la existencia de varias estancias en manos de narcotraficantes,
fuera de todo control, y que estarían dando protección a miembros del EPP. Este
combate se debe intensificar.
Y a
propósito dejamos para citarlo al final el triste y doloroso caso de un joven
muerto en la noche de su cumpleaños apuñalado cuando intentaba defender a su
hermana, de un asaltante que le arrebató su aparato celular. El joven asaltante
y homicida también actuó bajo los efectos de alguna droga, expresó la hermana
del fallecido. Habría reducido el aparato robado en la suma de 100 mil
guaraníes que utilizó para ingresar a una discoteca y adquirir más drogas.
“Queremos justicia” claman los familiares y tienen razón. Todo el odio y la
condena para el homicida. Pero la contra cara también es dolorosa. El homicida
también joven, actuó drogado, y el exiguo beneficio obtenido era para comprar
más drogas. ¿Cuál será su condena? Su vida también está acabada. ¿Porque no se detiene a los verdaderos
proveedores y empresarios de estas drogas? ¿Dónde están, quiénes son? No pueden
ser desconocidos. Qué tremenda violencia se está cometiendo con la adición a
las drogas de niños y jóvenes de todos los niveles sociales.
No hay
políticas públicas para enfrentar este flagelo. Finalmente podemos recordar que
la muerte nunca será simplemente un dato
estadístico. No se puede obviar el dolor de toda una familia y la indignación
de toda la ciudadanía con cada acto de violencia que nos arrebata
inexplicablemente la vida de una persona.
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