TO BE OR
NOT TO BE.
Ser o no ser, esa es la cuestión. ¿Podrá alguien que surge
de un sistema corrupto combatir la corrupción? Por lo menos es muy difícil para
no decir imposible. Es lo que comienza a vislumbrarse con nuestro presidente
electo. Nadie puede ir contra su propia naturaleza como se concluye en el
conocido cuento de la ranita y el alacrán.
El señor Horacio Cartes abrió una ventanita de expectativa
con un diálogo con referentes del Frente Guazú, visitó en su domicilio al líder
del Frente y Senador electo Fernando Lugo y parecía interesado en los
planteamientos básicos del grupo más importante de la izquierda en la presente
representación parlamentaria.
Algunos corifeos de su entorno político incluso llegaron a
declarar que la ANR
estaba más cerca de la izquierda en la perspectiva de un pacto político.
Todo fue muy breve. La naturaleza devolvió al agua a su
cauce. El pacto no será con el Frente Guazú sino con el Partido Liberal Radical
Auténtico. Hay más coincidencias, dijeron. Es lógico, ambos partidos tienen en
común una profusa trayectoria de corrupción y prebendarismo.
Rápidamente se recupera la vigencia del escenario del “carnaval
sin comparsa” Dentro de ambos partidos afloran los grupos de intereses para
disputar por cargos o por mantener las prebendas. Una primera prueba importante
para el Señor Cartes y para el país, constituirá la eliminación de los 7.000
operadores políticos planilleros de la Justicia Electoral.
Un senador liberal ya se manifestó diciendo que se debe modificar la Ley para eliminar los cupos.
Miente a propósito. Lo que la ley dice es que las designaciones se harán en lo
posible con la proporción de bancas que los partidos políticos o movimientos tienen
en la Cámara
de Senadores. No habla de la cantidad. La Justicia Electoral
funciona con 2.500 funcionarios y no son necesarios los 7.000 restantes. Los
políticos viven de este cupo, son sus operadores particulares, los hacen
trabajar en sus empresas particulares y hasta como peones de sus domicilios. Otros
hasta descuentan un porcentaje de sus sueldos. Es un negocio, es una industria.
¿Podrá el señor Cartes conseguir la concreción de esta propuesta con este
acuerdo con los liberales?
Con todo desparpajo y “sincericidio”, dentro de los ejes
programáticos que analizan, figura y se publicó como un punto: “Pacto de impunidad
para casos de corrupción” Más gráfico imposible. Esto significará en la
práctica un blindaje seguro para los actos de corrupción en todos los niveles.
El problema de nuestro país no es ideológico. El tema
ideológico es apenas una pantalla distractiva. El problema real es la
corrupción generalizada. Por ello solamente hay dos preguntas para el
presidente electo: 1) ¿Realmente está decidido a combatir la corrupción? y, 2)
¿Con qué armas y con quién piensa contar para esta batalla? No caben las
respuestas a medias ni las mentiras. Ser o no ser, esa es la cuestión.
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