SEMBRAR ES
CONSTRUIR.
“Siempre es
mejor construir que destruir y sembrar es construir para el día de mañana, para
recoger más adelante.
Siembra tu
fe para sostener y apoyar a los que vacilan. Siembra tu confianza y Dios no te
dejará ni los hombres te fallarán.
Siembra la
sonrisa a tu alrededor, la sonrisa hace bien y te hace bien. La sonrisa disipa
nubes y suaviza tiranteces. Siembra tu dulzura y llegarás a conquistar a los
hombres, aún a aquellos que tienden a la violencia o no saben dominarse.
Siembra tu
amistad, tu gozo y tu entusiasmo en todos aquellos que lo necesitan pues así
llegarás a hacer felices a los demás y ellos te harán felices a ti.
Siembra tus
sacrificios, aún con lágrimas y sin alarde; todo sacrificio requiere una cuota
de dolor y de sangre, pero toda sangre es redentora y toda lágrima es
purificadora.
Siembra
toda tu vida, que toda tu vida sea una verdadera siembra de alegría, de bondad,
de paz y de amor; el que siembra luz recogerá calor; en cambio el que siembra
vientos recogerás tempestades”*
Hermosa
reflexión que indudablemente debe tener un impacto en toda buena persona. Nos exhorta
para que sembremos siempre, aun sabiendo que no siempre seremos nosotros mismos los
cosechadores. Lo más probable, incluso, es que no lleguemos a ver el fruto de
nuestra siembra, pero aun así debemos sembrar. No deberíamos sembrar centrándonos
en la expectativa de la cosecha porque
eso sería subaltenizar nuestra obra a la promesa del resultado, sería pensar en
las “añadiduras” de las que nos habla el Evangelio.
Debemos
sembrar siempre, debemos ser hombres y mujeres de fe, hombres y mujeres de la
esperanza.
Si
sembramos la alegría y la bondad, si sembramos el sentido de la justicia,
recogeremos la serenidad y la alegría de poder dignificar la vida, de darle un
sentido a la vida.
Es una
postura desafiante la del sembrador y la del constructor. Significa asumir las
limitaciones de nuestra sociedad, de nuestro país. Significa asumir sus
deficiencias y sus dolores aceptándolos como nuestros y responder con esperanza,
con nuevos sembradíos, aún cuando aparentemente sea pequeña la semilla. Y esta
postura no es solamente para mártires o para santos, es para todas las personas
de buena voluntad. Porque sacrificio y dolor siempre habrán en la vida y lo
triste será no darles un sentido de compromiso, de dación y de amor. Dándole
este contenido, la visión de la vida será siempre distinta porque entonces
hasta cada dolor tendrá significado.
Nunca
seamos sembradores de frustraciones ni de pesimismos por más grandes que sean
las dificultades. Pongamos siempre todo nuestro empeño en el propósito de ser sembradores
y constructores de la esperanza. Recordemos aquello de que, siempre será mejor
ser una pequeña lumbre en la oscuridad que dedicarnos inútilmente a maldecir
las tinieblas.
*Del libro
CINCO MINUTOS DE DIOS del Padre Alfonso Milagro.
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