LA HIPOCRESÍA DEL
SISTEMA
El contraste es
altamente elocuente. Mientras se
desarrolla la mayor muestra de la producción ganadera, agrícola, comercial e
industrial del país en el campo de exposiciones de la ciudad de Mariano Roque
Alonso donde se habla de progresos, de crecimiento económico, de grandes metas
y objetivos; millares de campesinos
desafiando el frío y las incomodidades, acampan frente al Congreso Nacional y
cada día marchan por las calles de la capital del país reclamando condonación
y/o refinanciación de sus deudas, exigiendo además, la sanción y promulgación
de una ley de emergencia campesina. Los campesinos exponen que no tienen
capacidad de cubrir sus deudas porque las condiciones en que se desenvuelven no
les permiten atender sus necesidades básicas y obtener los recursos para
cumplir con sus compromisos financieros que tienen contraídos con instituciones
estatales y privados. Varios de ellos pueden perder sus fincas y lo poco que
tienen, debido a las demandas judiciales. Los
grandes empresarios de la Expo se oponen tenazmente a la condonación o subsidio
de las deudas por parte del Estado, porque eso significará – dicen - un grave
perjuicio al país. No dijeron nada
cuando fueron condonadas las deudas de los empresarios del transporte por sumas
que triplican lo solicitado por los campesinos. No dijeron nada cuando en el
propio acto de apertura de la muestra el Ministro de Industria y Comercio, les
recordó que sus trabajadores deben estar inscriptos en el Instituto de Previsión
Social sufragando los aportes correspondientes porque no se puede alardear del
crecimiento económico en base a la informalidad y a la explotación de los
trabajadores. Que trabajen, dicen otros,
referiéndose a los campesinos. ¿Trabajar en qué? Los supermercados
liquidaron a los pequeños almacenes, a los carpinteros, a los panaderos, a los
carniceros y zapateros porque con ellos no se puede competir. Pero lo más
grave, también liquidaron a los pequeños agricultores. Pagan una miseria por su
mandioca. Tampoco pagan un justo precio por las hortalizas, porque se surten
del contrabando de esos productos. Alrededor del 40% de la población nacional
vive en el campo. Si no hay una política de reforma agraria integral, si no se
declara la emergencia en el campo, más de tres millones de personas invadirán
los centros urbanos, donde tampoco hay nada para hacer. No hay industrias y
mucho menos agroindustrias que puedan dar sostenibilidad al crecimiento
económico. Los pocos esfuerzos orientados hacia los campesinos por parte
del gobierno fueron a parar en mano de corruptos. Recordamos algunos de esas
propuestas: Un plan de ayuda a los horticultores desde el Ministerio de
Agricultura y Ganadería. Se armó un Comité de los supuestos beneficiarios que
recibe los fondos para distribuir, que nunca llegaron a los verdaderos
destinatarios. El Ministro se lava las manos. Los fondos fueron entregados,
están totalmente documentados, dijo, pero jamás se interesó en comprobar si
realmente esos fondos llegaron a los productores. En otro proyecto, el gobierno
determinó que las gobernaciones e instituciones del estado deberán comprar
directamente los productos a los agricultores. Aparecieron de inmediato los
corruptos que actuaron como intermediarios, ofertando productos de supermercados
a elevados precios. En otro
proyecto, se iba a proteger con media sombra las huertas de los
campesinos. Los muchachos crean una
entidad encargada de dotar a los productores de la media sombra. Colocaron
algunos postes y jamás completaron la obra. Casi igual cosa ocurrió con los
pozos artesianos del INDERT, Instituto del Desarrollo Rural y de la Tierra.
Aparecieron decenas de empresas fantasmas a las que se entregaron los fondos,
para que éstas se dedicaran a subcontratar, pero a precio muy inferiores, a los que
realmente podían realizar las obras. Varios pozos nunca proveyeron agua, pero
los fondos ya no fueron recuperados. Todos
estos hechos están documentados en la prensa pero los grandes empresarios que
dicen preocuparse por el país, quedaron en silencio. Señores, la situación de más de tres millones
de compatriotas se está volviendo dramática. Hay 600.000 niños en la pobreza,
de estos más de 136.000 no tienen qué comer en el día. Hasta podemos coincidir
en rechazar la condonación de la deuda, porque eso verdaderamente no es la
solución del problema porque es muy probable que dentro de cierto tiempo, los
campesinos vuelvan a marchar a la ciudad capital con similares reclamos. La
solución es plantear una política integral de emergencia para atender a la
agricultura familiar. De lo contrario esta situación puede volverse
insostenible. Los campesinos no siempre
fueron pobres, se los ha empobrecido.
Los empresarios no serán pobres y no dejarán de ganar, pagando un poco
más de impuesto. La seguridad que
reclaman al gobierno siempre será posible con la vigencia de la justicia
social. Si todos no contribuimos en la construcción de una sociedad más justa y
menos desigual, será muy difícil asegurar la convivencia pacífica y sería un
grave error de cálculo, pensar que la represión puede ser un recurso
suficientemente para sostener un sistema de injusticia y discriminación en
perjuicio de los auténticos intereses de nuestro pueblo.
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