FUEGO, TRACTOR Y
CENIZAS
Los verdaderos dueños
de la tierra no tienen donde vivir. Todavía no se había disipado la humareda y
el polvo del desalojo de los campesinos de Guahory en el distrito de Tembiaporá
de Caaguazú cuando se conoció de otro desalojo todavía más doloroso porque se
trataba de una de las 36 comunidades indígenas Ava Guarani, que deambulaban por
el monte desterradas por la obra hidroeléctrica de Itaipú bajo la amenaza de
que los territorios que ocupaban serían inundados y que contaban con la promesa
de ser asistidas por la empresa binacional, asistencia que nunca se materializó.
Se trata de la comunidad indígena el Sauce Ava Guaraní del distrito de Minga
Porá, Alto Parana. Se conoció del caso por los medios alternativos porque la
prensa comercial lo omitió totalmente.
Claro se trataba de unos pobres indígenas.
Pero precisamente por eso, el hecho adquirió dramatismo especial, porque
se procedió de la misma manera, con policías y patrulleras, incendiando las
casas, el templo y la escuela, arrasándose con tractores para que desaparezca
todo vestigio del poblado indígena. La orden del desalojo lo obtuvo, una vez más
un sojero extranjero de la zona, del Juzgado de Minga Porá. Esta comunidad
indígena había regresado a su lugar de origen al comprobar que no había sido
inundado. Era el lugar de sus ancestros.
Cuando fueron amenazados por las fuerzas policiales regresaron al bosque
dejando todos sus pocos enseres que fueron quemados a excepción de los muebles
de su escuela que pudieron esconder de antemano. Los bancos y pupitres
simbolizaban mucho para ellos porque amaban a la escuela y estaban seguros de que la maestra volvería a encontrar
a sus niños. Lo que hicieron con
esta comunidad es un atropello violento e imperdonable. Ya la famosa hidroeléctrica que defendió
distintas especies de animales destinándolas a reservas, no prestó la misma atención a
estas comunidades indígenas dejando que sus miembros mueran en el desamparo. El desalojo no es aplicable con las
comunidades indígenas. En todo caso se hubiera buscado alternativas para
asegurarle un lugar de radicación. No se puede adquirir un inmueble donde se
asienta una comunidad indígena. Es muy probable que si existió una orden de
desalojo que el juez haya cometido
prevaricato y tendrá que ser enjuiciado. Cabe igualmente la denuncia internacional a
la Relatoría Especial de Pueblos Indígenas de la Organización de las Naciones
Unidas, que de seguro pedirá informe al estado paraguayo ¿Qué le responderá el
estado? Le dirá que había necesidad de ampliar la producción de soja y por eso
los expulsaron. De esta manera una vez más el estado paraguayo
podrá ser advertido y enjuiciado e incluso sentenciado y obligado a pedir
perdón y reponer la tierra a la comunidad indígena afectada, como ha ocurrido
en otros casos. El Paraguay ha suscrito el compromiso de respetar y hacer
respetar los derechos humanos y no puede permitir que sean desalojadas las
comunidades indígenas de sus tierras ancestrales dejando que sus templos y
escuelas sean incendiados. No se puede
permitir que la ambición desmedida de empresarios nacionales o extranjeros
imponga la sumisión a nuestro pueblo violentando los derechos fundamentales en
detrimento de nuestra propia soberanía nacional.
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