EL ESCRUTINIO DEL
OPROBIO.
Era el 22 de junio.
Tercer aniversario de aquel golpe de Estado. Un golpe montado no solamente
contra un Presidente de la República, sino contra un proceso de vida diferente,
contra la esperanza de todo un pueblo. Esa es la gran verdad. Se trata de
un acontecimiento histórico de relevancia.
Habían pasado más de sesenta años con un solo signo partidario en el
gobierno del país. Un tiempo que conoció de una dictadura de persecuciones,
muerte y desapariciones. Con la caída de la dictadura el stronismo siguió
impertérrito su rumbo. Había poca esperanza de que aquello cambiara. Y en abril
del 2008, por fin se había derrotado al
continuismo en unas elecciones democráticas. Por fin un nuevo gobierno. Pero
aquella primavera no podía durar tanto. Eran demasiado los intereses en juego. Se
intentó personificar, pero el golpe no fue contra Fernando Lugo, fue contra un
proceso inaceptable para los intereses dominantes desde siempre. Fue relativamente fácil armar la traición
con un pacto rastrero y perverso. Dolía escuchar los nombres y las voces de
aquel escrutinio del 22 de junio de 2012. El recordatorio del hecho motivó el
intento de rescate de aquel acontecimiento con estas expresiones:
POR LA CONDENA
¡Por la condena¡ Aullaban
las voces en aquel lúgubre recinto.
Era un circo y no faltaban las fieras ni los nerones
escondidos.
No podían perdonar la
osadía de ser interpelados,
y enfurecidos y hambrientos, reclamaban el
destierro
de quien había puesto en duda el omnímodo poder
de vida y muerte.
¡Por la condena¡
Repetían insensatos los escribas del silencio.
Era el signo de la muerte de los sueños
rebelados
de aquellos que clamaron un pedazo de una
tierra que era suya
sucumbiendo en las
trincheras vilmente envenenadas
por la codicia incontrolable de los amos del desprecio.
¡Por la condena! Gritaron
apostando al retorno y al regreso
sin pensar que sus nombres
están grabados en el suceder de los tiempos
y que serán recordados como torpes marionetas
de titiriteros y tiranos
que imponen sus
dominios más allá de todo límite o frontera.
¡Por la condena! Murmuraban
algunas voces vacilantes
porque sentían la vergüenza del oprobio miserable
que estaban incubando como cobardes segundones.
Era que intuían de
antemano que el grito despertará de su letargo
y que el surco se abrirá de nuevo con la
semilla que no muere.
¡Por la condena! Confirmaron
finalmente los más osados y atrevidos
y lo hicieron con más
fuerza intentando acallar sus dudas de conciencia,
porque sabían que más tarde o más temprano
la traición sería cobrada con el desprecio de
la gente.
¡Por la condena!
Vocearon insistente creyendo que todo se acababa
con la destitución de un Presidente.
Torpes mentecatos. No
cayeron en la cuenta de que traicionaron
la esperanza de un pueblo renacido
que por fin, sobre
más de medio siglo de incertidumbres y miserias,
había vuelto a confiar en un destino
diferente.
Y se equivocaron al pensar que todo había concluido
porque vendrán las
nuevas epopeyas a romper los viejos yugos del silencio.
Para hacer que
amanezca un nuevo día, pletórico de gritos libertarios,
que permitirá
auscultar de frente un nuevo porvenir desafiante.
Y cuando entonces se
volverá a reiterar los nombres
de aquel glosario impenitente,
para que - tildados
de traidores y cobardes - sean condenados para siempre.
Comentarios
Publicar un comentario