EL HIJO DEL
BRASIL (II)
Siguiendo
con el comentario del libro: “LULA, el hijo del Brasil” de la escritora Denise
Paraná, publicado por el Editorial El Ateneo, intentaremos esta vez, ofrecer
las impresiones personales sobre las condiciones en que se consolidan la
trayectoria y las obras de este gran estadista, naturalmente siguiendo a la
misma autora. En la segunda mitad de la década de 1970, se crea un escenario
especial, con el fracaso de tres
instituciones que entran en crisis al mismo tiempo: los sindicatos, la Iglesia Católica , y la
militancia organizada de los grupos de izquierda por sucesivas derrotas
políticas. Aparecen entonces el “nuevo sindicalismo”, la difusión de la
teología de la liberación en el seno de la Iglesia y la conciencia de la necesidad de la
justicia social y la solidaridad que adquiere fuerza como una visión humanista,
que permite a los trabajadores trascender de los límites de la cultura de la
pobreza hacia lo que se define como la cultura de la transformación. Los
trabajadores más concientizados y organizados comprendieron que el régimen
militar daba señales evidentes de desgastes y que la apertura política ya era
un proceso que no podría evitarse. Para
Lula era necesaria la creación de un partido sin coloración ideológica: ni capitalista ni comunista, pero capaz de
enfrentar los problemas de la clase trabajadora con realismo. Más tarde
reconocería el carácter socialista del Partido de los Trabajadores pero
diferente del Partido Comunista y las izquierdas radicalizadas con los que
mantenía un choque cultural e ideológico. Su discurso no era politizado, él
nunca había leído “El Capital” y otros escritos de Carlos Marx y continuaría
sin leerlos hasta hoy, pero su trabajo corroía los basamentos del modelo
socioeconómico brasileño desde abajo, exactamente donde los movimientos y
grupos de izquierda no lograban llegar. Se presentó ante el empresariado como
un interlocutor legítimo de los trabajadores desvinculado de movimientos y
organizaciones de izquierda. Adquiere notoriedad nacional y luego
internacional. La prensa le da mucho espacio. Con la cultura de la
transformación sustituye una visión de mundo pesimista, inmovilista, por una
visión optimista que cree en la movilidad de los hombres y de las naciones.
Busca asegurar la supervivencia pero al mismo tiempo proyecta el futuro,
prepara el porvenir con las mejores energías creativas. Inspirado por su madre,
quién depositaba en él el sueño del ascenso social de la familia, Lula optó siempre por la vía pacífica, por la
comprensión y el diálogo. Fue víctima del accidente de trabajo, perdió el dedo
meñique en la empresa metalúrgica en que trabajaba. Ese dedo que le faltaba
corresponde a la falta de comida, de agua, de cloacas, de luz, de educación, de
salud como la vida que llevaba su familia en el nordeste y en los suburbios de
San Pablo. La familia Silva es el retrato de un país lleno de contradicciones,
fortunas y miserias de todo tipo. De su seno surge un Presidente de la República , electo en el
2002, con más de 52 millones de votos, que rompe con cinco siglos de
alternancia de las élites en el poder. De la cultura de la pobreza a la cultura
de la transformación, Lula hizo su camino transformando alienación política en
capacidad de organización y liderazgo. Los Silva componen un cuadro vivo,
complejo y original de la nación brasileña de las últimas décadas. Lula es por
sobre todo, un hijo legítimo del Brasil.
(En el
tercer y último comentario sobre el mencionado libro, intentaremos reseñar los
grandes logros y el legado de este gran estadista)
Comentarios
Publicar un comentario