UNA
PROFESIÓN TODAVÍA DENIGRADA.
Una
profesión de gran relevancia para formalizar la vida económica y social de
nuestro país sigue siendo relegada y denigrada. Se trata de la profesión de
Contadores y Auditores. “Es inadmisible que para acceder a un trabajo se siga
instando a que se facilite la evasión de impuestos, o a adulterar ingresos” se
quejó muy contrariado y con toda razón, en un amplio reportaje publicado en el
Diario ABC el día domingo 26 de mayo pasado, el actual Presidente del Instituto
de Auditores Internos del Paraguay, doctor Javier Sosa Da Costa.
“La
profesión se encuentra muy manoseada por terceros, llámense empresarios, el
Estado, no hay excepción”. “Estamos en un escenario que ya resulta insostenible
– siguió diciendo – que para acceder a un trabajo los profesionales sean
obligados a adulterar ingresos, a evadir impuestos, que tengan que llevar dos,
tres o cuatro contabilidades dentro de una misma empresa, para poder mantener
su trabajo”
No hay
conciencia de la importancia de esta profesión o, por el contrario, existe un
siniestro convencimiento de que para
seguir en la informalidad y en la corrupción se requiere que esta profesión
siga siendo relegada con un marco legal obsoleto con leyes que datan inclusive
del año 1930. Eso explicaría que los proyectos de leyes para actualizar la
profesión sigan encajonados en el Congreso Nacional. Ni siquiera se tiene una
Ley de regulación de honorarios lo que hace que muchos profesionales se vean
obligados a aceptar paupérrimos ingresos para su sobrevivencia.
Y en medio de todas estas circunstancias que
denigran a la profesión todavía los auditores y contadores tienen que afrontar
las responsabilidades civiles y penales que conlleva el ejercicio de estas
profesiones.
Es fácil
comprender que en estas condiciones se desvirtúe con tanta facilidad el
concepto de la justicia tributaria. El que gana más no es el que paga más
impuesto, porque tiene la posibilidad de adulterar sus ingresos y sus gastos
con el respaldo, inclusive de documentos legales, pero a menudo de contenido falso. También los
funcionarios públicos, en los ministerios, municipios y gobernaciones tienen la
posibilidad de fraguar documentos que disfrazan la legalidad de sus rendiciones
de cuentas, desviando recursos que son tan vitales para una sociedad tan carenciada
y marginada como la nuestra.
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