UN JUICIO SIN CORTE
Una grave crisis de
institucionalidad viene trastornando la vida y la vigencia del estado de
derecho de la República sin que, aparentemente, a nadie le importe
demasiado. Afecta a uno de los poderes
del Estado, que al final incide en todos los poderes. Se trata de la misma
Corte Suprema de Justicia. Desde diciembre del 2014 tres de los miembros de la
Corte (En realidad fueron cuatro, uno de ellos el Doctor Víctor Núnez presentó
su renuncia) soportan un juicio político,
con causales aprobadas por la Cámara de Diputados, la Cámara acusadora, sin que
el Senado que actúa como el Jurado dentro del proceso se pronuncie sobre el
caso. En primer lugar hay que
señalar que este procedimiento de destitución previsto en la Constitución
Nacional nunca fue reglamentado adecuadamente por una Ley de la República. Se dio el caso que para la destitución de un
Presidente de la República se procedió en base a un reglamento interno del
Senado aprobado específicamente para el juicio lo que le restó legalidad y
legitimidad. También dos de los miembros de la Corte Suprema de Justicia,
destituidos anteriormente, han recurrido a demandas internacionales y cuentan
con dictámenes que no fueron del todo favorables al Estado paraguayo. La falta de una ley reglamentaria de los
juicios políticos hace que no esté establecido el tiempo que debe transcurrir
entre la aprobación de las causales por la Cámara de Diputados y el acto de
juzgamiento por la Cámara de Senadores. En este caso, desde diciembre del 2014
hasta la fecha, han transcurrido 15 meses de incertidumbre a nada menos que a
tres de los miembros de la Corte Suprema de Justicia. Este tiempo de
indefinición se ha prestado al manoseo y a la especulación. Aparecen en el
torbellino de las posibilidades el juego de los intereses partidarios y
particulares donde entran a batallar por un lado, los juicios pendientes de
dirigentes políticos, algunos incluso parlamentarios, que eventualmente podrían
estar condicionando el voto para la aprobación de las destituciones pendientes,
o por el otro lado las maniobras que puedan protagonizar como mecanismo de
defensa los mismos miembros de la Corte que están acusados. “No existe el juicio político en nuestro país, todo es una farsa”
señala uno de los Senadores y agrega: “No es juicio, no se juzga a nadie, de
antemano ya se conoce el resultado, por eso todo lo que se discute es si se
tiene o no los votos suficientes para la destitución” En este caso, el
supuesto juicio ya lleva más de 15 meses.
Pero el manoseo de la Corte Suprema de Justicia no se acaba con el juicio y la
destitución. Nadie puede asegurar que los nuevos miembros a ser designados
serán mejores que los anteriores, debido a la vigencia del miserable cuoteo
político. Durante el gobierno de Nicanor
Duarte fueron designados 6 de los miembros actuales y los cambios no han
significado mejorías. Esta es una
crisis institucional muy seria. El planillerismo, la corrupción, el
narcotráfico, el armatráfico y los robos seguirán impunes. Los debates sobre la necesaria reforma judicial fueron postergados. Sin
justicia este país no podrá superar el caos de la improvisación y el
pandillerismo. El gran ruido del 2018 tapa y relega el tratamiento de temas
fundamentales para el país. Sin un poder judicial saneado, fuerte e
independiente, lamentablemente se está comprometiendo muy seriamente el futuro
del país.
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