LA SEGURIDAD INSEGURA
La inseguridad en las
calles de los municipios de la capital y área central se acrecienta
aceleradamente en los últimos tiempos. Hay barrios enteros que viven en zozobra
porque el peligro acecha en cada momento. Los asaltos son cada vez más
violentos. Los “motochorros” - los asaltantes llamados así - actúan normalmente
entre dos, uno que conduce y el otro que ejecuta los atracos. Las víctimas que
se resistan o dudan en entregar sus pertenencias corren serio peligro de perder
la vida. La muerte acecha en cada sombra, en cada esquina. Esta realidad es
dolorosa y alarmante. Se acrecienta con
toda razón la indignación de la gente. Pero el problema subsiste y se agrava. Para la seguridad, la cárcel nunca será
suficiente y peor aún es la tendencia de promover la justicia por mano propia. Hace
unos días un joven después de ser asaltado, persiguió a los asaltantes que iban
en moto, con su vehículo. Los alcanzó y los atropelló matándoles a ambos. Se
abrió el debate de la justificación del hecho como un acto de defensa propia.
El juicio sigue abierto, pero la simpatía está a favor del que ha ejecutado la
justicia por mano propia. Como la
legítima defensa debe ser ejercida en el momento de la comisión del delito como
un acto de resistencia, la persecución de los delincuentes ya es otro momento.
Para justificar la muerte de los asaltantes, el joven argumentó – quizás con algún asesoramiento
jurídico - que estos volvieron a
apuntarle con el arma momentos antes del choque. “Dos
asaltantes menos” se vanagloriaba un
conductor de programa televisivo, quién manifestó su satisfacción por la muerte
de los mismos. Cuando se le cuestionó que nadie debería alegrarse por la muerte
de un semejante, respondió: “Ellos no son mis semejantes, yo no soy semejante a
ellos” Esta reacción instintiva se puede comprender pero no
justificar. Incentivar la justicia por
mano propia lo único que puede generar es un terrible empeoramiento de la
inseguridad. El problema de la seguridad es un poco más complejo y no será
resuelto, con más cárceles, con más policías, o con más armas en manos de los
civiles. Hay que analizar las causas
para enfrentar el problema. La primera causa de la inseguridad cada vez más
creciente en nuestro medio, es la drogadicción. La mayoría de los asaltantes
son drogadictos. ¿Dónde están los distribuidores? ¿Los que lucran con dinero
ensangrentado y que se desenvuelven en medio de total impunidad? Los
detenidos son los microtraficantes. Los grandes distribuidores felices, a
ellos, ni siquiera se les menciona. Los
drogadictos son sus víctimas, los que tienen que matar para conseguir sus
dosis. Lloran los padres ante la impotencia frente a esta realidad. Esto
revela la segunda causa: La corrupción de la misma policía y de los jueces y
fiscales que no atacan a los narcotraficantes distribuidores. Mientras que la
tercera causa es la misma pobreza. De la pobreza y marginalidad reclutan a sus
microdistribuidores. Los pobres que no consiguen trabajo también tienen hambre.
Es terrible la conclusión: Los
motochorros que matan, también son víctimas de este sistema de corrupción. Las
verdaderas causas de la inseguridad son el narcotráfico, la pobreza y la
corrupción. No simplifiquemos. No nos engañemos. Mientras no sean atacadas las
verdaderas causas de la inseguridad seguiremos llorando a nuestros muertos en
una sucesión que, lamentablemente,
aparenta no tener fin.
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