LA ERA DEL MOQUETE
LIMPIO
Otra vida se cobró el
fanatismo. Elías Gabriel Rojas Candia, tenía 18 años y nunca se imaginó que su
jubilosa marcha junto a un hermano y amigos del barrio Loma Pytá de Asunción,
rumbo al estadio, sería lo último que haría en la vida. Atraído por el
encuentro del clásico del fútbol paraguayo se marchó entusiasmado, pero no pudo
llegar al estadio. Ya en el camino, en pleno centro de Asunción se topetaron
con las barras bravas del club contendor, que sin más preámbulo y por el solo hecho
de lucir los colores del adversario, se dedicaron a agredir. Todos corrieron,
pero Elías Gabriel no pudo evitar ser
víctima de un disparo de arma de fuego y a pesar de todos los esfuerzos
médicos, falleció a las pocas horas.
Otra muerte sin motivo y sin sentido. Como han cambiado las cosas. Es
como para añorar aquellos tiempos del moquete limpio. Los
desafíos eran – cuando entonces - también muy comunes en los colegios y al
término del horario de clase cuando los desafiantes fijaban y concurrían al
lugar de cita, seguidos por los
compañeros más cercanos. Los
enfrentamientos tenían lugar en medio de un ruedo, a puros golpes de puños, es
decir a moquete limpio. A nadie estaba permitido utilizar ningún tipo de armas,
ni siquiera un palo. Tampoco se utilizaban las patadas. Cuando uno de los
competidores caía al suelo a consecuencia de un golpe, se le daba el tiempo
suficiente para recuperarse y continuar la pelea, o en todo caso para decidir
su retirada. Si alguno de los moqueteros intentaba utilizar algún elemento como arma, los demás intervenían
para detener la pelea. También intervenían para detener la pelea cuando algunos
de ellos o ambos estaban muy golpeados. Estas peleas no despertaban odios, más
bien respeto. Eran otros tiempos.
Cuando entonces entre los jóvenes no había ataques asesinos. Pero en la
actualidad, sí. Elias Gabriel es la víctima reciente de esta absurda forma de
morir. En el acto del sepelio, su señora
madre, en medio de su profundo dolor exclamó: “Su hermano, su padre y yo, con el
corazón en la mano, perdonamos a la persona que quitó la vida a mi hijo Elías
Gabriel. Ya no más violencia para nuestros jóvenes” (Diario Última Hora,
edición del 24 de febrero de 2016) Por su parte, el diácono que dirigió el
oficio religioso, expresó en su homilía: “Basta de violencia. El fanatismo no
puede llevar al vandalismo. Que termine esta violencia sin sentido” Los
fanáticos manifiestan una apasionada e incondicional adhesión a una causa, a
una ideología, a un deporte o a algún club determinado, algunas veces de manera
indiscriminada y violenta. El fanatismo
genera el menosprecio de las opiniones de los demás. En psicología se considera
que el fanatismo se manifiesta como una expresión de inseguridad y de
inferioridad que se trata de compensar. Por sobre todo le caracteriza una
carencia total del espíritu crítico.
¿Quiénes fomentan el fanatismo? De alguna manera, todos. Es la cultura
de la competencia y de la descalificación, de la ofensa recíproca y del
desprecio mutuo. Se fomenta el fanatismo
porque al fanático es más fácil utilizar y dominar, porque el fanatismo es
negocio, vende publicidad y lleva gente a los estadios. El martilleo de los
medios masivos de comunicación se hace insoportable y las barras se enardecen.
El fanatismo vende armas y se regodea en la drogadicción. ¿Cómo cuesta entender
que simplemente es un encuentro de fútbol, una simple competencia, donde se
pierde o se gana? No caben dudas de que la muerte por el fanatismo deportivo,
es la más absurda de las muertes.
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